Las relaciones internacionales tienen presencia en todos los ámbitos de la actividad humana, incluido el deporte. En relación con los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro 2016, China continúa ejerciendo una intensa política gubernamental de promoción del deporte para no sólo contribuir al “espíritu olímpico”, sino también para consolidar su poder a nivel mundial.

¿Cuál es el objetivo del gobierno en Beijing en los Juegos Olímpicos de Río 2016, si es que tiene alguno? Ganar ¿Para qué? Para convertirse en lo que consideran como una tiyu daguo (体育大国, “potencia deportiva”). ¿Por qué? Esta es la cuestión.

De acuerdo con Xin (2006), para China el “deporte es la continuación de la política por otros medios” en razón de que China no puede considerarse una gran potencia a menos de que se vuelva, entre otras cosas, una tiyu daguo. Así, desde su primera participación en un evento internacional deportivo –Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952– el país asiático ha procurado integrarse al sistema internacional vía el deporte. Para tal fin, China adoptó un sistema centralizado para el deporte desde 1955 –y que continúa hasta la fecha– inspirado en el modelo soviético, que si bien se vio interrumpido por la Revolución Cultural, fue reimpulsado a partir de 1970 con la “Diplomacia del Tercer Mundo” de Mao y con la “Diplomacia del Ping-Pong” que acercó a China con Estados Unidos. Cabe destacar que en 1952 China también fue aceptada en la FIFA, retirándose en 1958 por el asunto de la representación de Taiwán en dicha organización.

En aquéllos ayeres el principio deportivo fue “amistad primero, competencia después”, ya que se procuró utilizar al deporte como herramienta diplomática. Sin embargo, después de la apertura económica de China promovida por Deng Xiaoping, aunado al reingreso en el Movimiento Olímpico en 1979, la política deportiva gubernamental pasó a ser la noción de un “deporte elitista y competitivo”, ya que ello contribuiría al desarrollo de China. El primer éxito de esta nueva estrategia, que también buscó seguir la línea general de integración institucional global, China fue la sede de los Juegos Asiáticos en 1990.

Aunque el gobierno chino ha tratado de mantener una política deportiva centralizada, Beijing ha procurado una mayor flexibilidad en algunas disciplinas deportivas como el fútbol. De acuerdo con Tan y Bairner (2010), el gobierno chino no solo relajó su política centralizada, sino que incluso privatizó varios aspectos de ella en el fútbol, siguiendo un modelo europeo e impulsando que sus jugadores se desempeñen en el exterior. Lo anterior es sintomático del clásico pragmatismo de Deng, ya que los autores citados consideran que China ha logrado mantenerse autónoma en los apabullantes procesos de la globalización mientras aprovecha sus bondades para fortalecer su deporte.

Después del impresionante despliegue de poder suave en las Olimpiadas de Beijing de 2008, además de su extraordinario desempeño, el equipo chino logró obtener 88 medallas (38 de oro), romper seis récords mundiales y seis olímpicos en la Olimpiadas en Londres de 2012, por lo que el equipo olímpico chino convirtió en uno de los favoritos para las Olimpiadas en Río de 2016, esto a pesar de varios incidentes que han causado problemas entre la delegación china y otras delegaciones o, incluso, los anfitriones. Al final China quedó en tercer lugar en el medallero, con 70 medallas, 26 de oro.

Más allá de esto, y al igual que en otros ámbitos de poder mundial, China ha logrado imponerse frente a otros países en el deporte; ha logrado aislar a Taiwán en las organizaciones deportivas internacionales; ha logrado crearse una imagen de “potencia deportiva emergente”; y ha logrado aumentar la calidad de sus deportes practicados.

De seguir esta tendencia, no nos sorprenda que en el futuro China sea la sede de la Copa Mundial de Futbol –como demuestran varios indicios de que Beijing quiere ser un futuro anfitrión de la misma–, e incluso que gane dicha copa. Deporte como política y poder internacional.

Fuentes:
Tan, T. C., & Bairner, A. 2010. Globalization and Chinese Sport Policy: The Case of Elite Football in the People’s Republic of China. The China Quaterly, 203, pp. 581-500.

Xin X. 2006. Modernizing China in the Olympic spotlight: China’s national identity and the 2008 Beijing Olympiad. The Sociological Review, 54(s2), pp. 90-107.

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Mi nombre es Eduardo, mexicano de corazón y estudioso de China de profesión. Estudié Relaciones Internacionales en la universidad y tengo un posgrado en Estudios sobre China. Mi interés por China surgió al momento de ver la clásica película “El Último Emperador”, en mi adolescencia. A partir de entonces mi curiosidad por esta interesante cultura creció, así como la dedicación de mi tiempo para su estudio. Esto me ha llevado a participar en publicaciones, reseñas y ponencias sobre las relaciones internacionales de China, de manera profesional. Espero poder algún día comprender, de manera más cabal, el andar global de este país.