La victoria electoral de Trump, que lo convierte en el 45 presidente de los Estados Unidos, resulta algo positivo para la República Popular China.
Aunque existen sectores del gobierno chino que se preocupan por las repercusiones eminentemente comerciales, en tanto el nuevo presidente estadounidense declaró que impondría una tarifa arancelaria del 45% a productos chinos, hay optimismo en el frente geopolítico regional y global.
De acuerdo con algunos analistas chinos, la victoria electoral de Trump fue previsible, ya que se suma a la tendencia actual de antiglobalización, la cual se reflejó con el fenómeno del Brexit. Lo anterior causará lamentables efectos en la dinámica económica mundial en razón de que la antiglobalización también implica un alto grado de proteccionismo. El estado de la relaciones comerciales sino-estadounidenses es el tópico de mayor preocupación para China, en ese sentido.
No obstante, los analistas chinos también advierten de un mayor espacio de maniobra para cumplir los intereses internacionales de China. En esto coinciden algunos analistas estadounidenses, ya que el enfoque de política exterior de Trump aislaría un poco más a Taiwán, podría revertir la cooperación militar con Japón y Corea del Sur, habría un distanciamiento en el asunto del Mar del Sur de China, las “coincidencias” en materia de derechos humanos haría que Washington se pronuncie menos por las violaciones a derechos humanos en Xinjiang, o en Hong Kong, y la reconsideración del Tratado Transpacífico podría impulsar el acercamiento a Beijing de países como Vietnam.
La visita del primer ministro chino, Li Keqiang, a Moscú, para entrevistarse con Vladimir Putin, probablemente sea un reflejo de las oportunidades internacionales que el gobierno chino avizora, por lo que ya existen acciones y movimiento tendientes a cambiar el equilibrio de poder.
Sobre todo, para China la elección de Trump es síntoma de que el sistema político estadounidense, basado en la democracia electoral, está en crisis, es frágil, o ya no funciona. Por ello, los medios chinos de comunicación no han perdido la oportunidad de criticar las falencias del sistema político estadounidense, con lo cual uno podría traducir un apoyo al sistema político chino.
En Asia, en una encuesta realizada por South China Morning Post, el 76% de personas entrevistadas en China, Japón, Indonesia, Filipinas, Singapur y Corea del Sur apoyaban a Hillary Clinton.
Pero, en China, dicho apoyo fue de 61%. Entre las personas chinas entrevistadas, un 32% mantuvo una opinión favorable por Trump, el más alto de entre las personas asiáticas entrevistadas. En otras encuestas, como la realizada por Phoenix TV televisión hongkonesa, mostró que entre chinos continentales y de ultramar existía un apoyo del 61.5% a Donald Trump.
En una entrevista informal con Wang Xinru, estudiante de español en México, ella mencionó que “las políticas de Trump hacia China son mejores [que las de Clinton], además de que los correos electrónicos revelaron feas manipulaciones y que, como secretaria de Estado, las políticas de Clinton favorecieron, indirectamente, al Estado Islámico”.
Este tipo de percepciones, además de otras, se reproduce en las encuestas y expresiones en las redes sociales chinas. Incluso entre las personas chino-estadounidenses se repite la tendencia de apoyo a Trump, a pesar de ser una de las tantas minorías que ha sido objeto de críticas por parte del presidente electo.
En última instancia, lo que hay para China, con la victoria de Trump, es la ampliación del espacio de maniobra para consolidar su presencia y proyectos a nivel global. Lo anterior no implica, necesariamente, el inicio de una pax sínica, ya que el gobierno chino aún no busca asumir los costos de ser hegemonía. Pero, si el Consenso de Hangzhou fue un signo de la consolidación de China como potencia mundial, el ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos se podría interpretar como otro signo hacia esa dirección.