Cruzar el río sintiendo las piedras. Deng Xaoping
Hangzhou y la historia contada a través de Mao
El melancólico suspiro de la noche era nuevamente devorado por una débil luminosidad que dibujaba tenuemente la silueta de los demás edificios de residentes. Desde mi ventana el amanecer comenzaba a asomar. En China amanece muy temprano, antes de las 5 de la mañana, ya que en toda la República Popular se utiliza un solo horario. Eran las 3 de la mañana y todavía no me acostumbraba a ese cambio de horario, 13 horas más adelantados que México. Prendí el ordenador y comencé a revisar algunos periódicos de circulación mexicana. Las noticias hablaban de decapitados, asesinatos de gente inocente y corrupción al por mayor. Palabra por palabra cada artículo me absorbía por las macabras descripciones e imágenes de un país desconocido hasta entonces por mí. Por un momento creía que se hablaba de alguna nación de Medio Oriente o África, pero descubría rápidamente con dolor que aquella perversidad del hombre en todo su esplendor estaba mudándose a México. Como si gozara de ese placer macabro, me recargaba en la suave piel de la silla y encendía un cigarrillo. Tanta sangre bloqueaba el hastió del humo a esas horas de la mañana. Al terminar el segundo cigarrillo y horrorizado por todo lo que pasaba en México cerraba mi ordenador y asomaba la mirada para poder sentir la tranquilidad de Hangzhou y de la Universidad de Zhejiang, la cual, a través de sus ventanales mostraba plácidamente la paz de una ciudad que reflejaba poder, competitividad, respeto y una historia milenaria.
No pude dormir, así que a las seis de la mañana caminaba a orillas del Lago del Oeste por una de sus tantas calzadas. Lo primero que vi tiene para mí el carácter de irrepetible, una misteriosa neblina reposaba en el agua y en los hermosos jardines de nenúfares, dando la sensación de que el cielo se encontraba unido con la tierra. El sonido de fondo era el de la persistente agua moviéndose entre los ocultos arroyos. Para la cultura china el agua juega un papel importante y ahí en Hangzhou creaba un panorama sublime y de confort; la naturaleza se mostraba estática, todo era una película en cámara lenta. La mezcla de los arroyos, estanques, puentes y terrazas con construcciones de madera sin ángulos eran parte de ese panorama único. Al caminar dentro de una pequeña pagoda encontraba un tronco de madera sujetado del techo por cadenas, movible para poder estrellarse al centro de un disco hondo que al hacerse escuchar equilibraba las energías. Terminaba de tocarlo por tercera vez y mi piel se erizaba, observaba como esas edificaciones estaban tan mimetizadas con la naturaleza que me sumergían en una paz y tranquilidad inusual, nunca he vuelto a ver una postal así.
Lo segundo que vi y que volvió a sorprenderme fue como un grupo de mujeres vestidas en elegantes uniformes de seda blanca o roja, de mangas holgadas y bordados con hilo dorado practicaban Tai-chi. Con singular destreza manipulaban entre sus manos espadas de doble filo que median más de un metro de longitud. En perfecta sincronía todas delineaban en el aire trazos firmes y perfectos con sus cuerpos, la armonía y la disciplina eran escenas que cautivaban mi corazón. Todas emanaban paz mientras que a su alrededor comenzaba un día de actividades frenéticas, el conjunto de mujeres en su mirada transmitían espiritualidad. Después de observar atento las coreografías continúe internándome en las áreas verdes del enorme Lago mientras me dejaba sorprender por una sociedad que tenía la costumbre arraigada de ejercitarse.
Para cuando regresaba a Zheda me topaba de frente con la estatua de Mao Zedong, quien eternamente se mantenía con la mano elevada en el aire como señalando algún lugar en el horizonte, queriendo guiar a todo aquel que lo viera. Me senté en una banca de madera que quedaba de frente al gigante estadista de bronce. Todo lo que había observado en tres días echaba por la borda los comentarios de China, pero, ¿por qué ese hombre era incomprendido fuera de China?, ¿por qué Mao era atacado?, si fue un estadista que siguió los pensamientos de Confucio, pensamiento heredado a la sociedad china desde siempre. Cuando las dinastías en el poder se corrompían, el pueblo los derrocaba porque no habían seguido los dictados del máximo pensador: solidaridad, justicia y caridad. Mucha de esa historia parecía sólo historia relegada a los abuelos.
Regrese a mi departamento y al entrar al edificio el guardia de seguridad me daba una tarjeta, la cual decía “6 de la tarde, Hooters. Klaw.”. A las seis de la tarde, puntual, asomé en aquel lugar, el restaurante inminentemente estadounidense en su decoración y estándares demostraba per se la fusión perfecta entre lo occidental con lo oriental. Si bien las meseras chinas no asemejaban a las estadounidenses en sus voluptuosas características físicas, su belleza grácil y estilizada no pedía nada a cualquier restaurante de esa franquicia en otra parte del mundo. Nos dimos un abrazo, un beso en cada mejilla (costumbre muy española) platicamos y después pedimos un par de cervezas y una hamburguesa. Entre la plática salió mi curiosidad, ¿por qué existen estatuas de Mao en una universidad y algunos muchos otros lados fuera de China hablan tan mal de él? Y, no encuentro puntos intermedios. Muchos dicen que llevó a la ruina a su país, pero si es cierto, ¿por qué es tan venerado? Cuestionaba a una mujer graduada en Negocios Internacionales de una universidad estadounidense:
-¿eres un hombre sensato o un hombre que ama la verdad?;
-privilegio la verdad, ser sensato significa que algunas veces te debes de mover sobre ciertos intereses;
-perfecto, lo primero es que debes entender toda la historia de China. La historia es muy maniquea, buenos o malos, no hay más. Tiene su parte dura que son las fechas y la parte sociológica, las anécdotas, los relatos, pero por ahora trataré de explicarte sobre Mao;
-me parece bien Klaw, admiro más a una mujer por su inteligencia que por su belleza;
-alguien dijo “que los hombres son más estúpidos que ciegos porque privilegian la belleza por encima de la inteligencia en una mujer”;
Soltaba una carcajada -no es mi caso Klaw;
-eso es bueno, habla bien de ti, comencemos con la primera clase: Desde tiempos ancestrales como lo documenta Marco Polo en sus viajes, China era una nación auto-suficiente y poderosa. En 1660 llegó a ser la primera economía mundial, caracterizándose siempre por ser un imperio abierto a los nuevos conocimientos, culto y capaz de legar al mundo nuevos inventos. China tuvo que pasar por una gran transformación después de siglos de colonizaciones, injerencias de países extranjeros, guerras internas, traiciones de sus políticos y una clase rica que, aliados todos, se oponían al cambio, sumiendo al país en una crisis profunda que terminó sólo cuando gente con la determinación de hombres como Mao decidieron alzar la voz y guiar a su pueblo a una revolución que hiciera resurgir a China de las cenizas. La clase política, gobernada entonces por Chiang Kai-shek (Jiang Jieshi Xikou), no resolvió problemas como el agrario, ni el industrial, lo que hacía de China un país atrasado, pobre, inseguro y dependiente de las políticas externas de los países invasores. A finales de los años veinte la mayoría de la gente padecía miseria, enfermedades, hambre y violencia. Sufrían la destrucción de sus casas, de poblados enteros, atestiguaban la violación de sus mujeres y la muerte de sus hijos a manos de las autoridades. Unos cuantos caciques apoyados por el gobierno eran los dueños de las tierras, se imponían impuestos cada vez más fuertes con la finalidad de sostener las campañas militares de Chiang Kai-shek y la mayoría de los campesinos eran obligados a unirse a esos ejércitos y continuar allegándose de dinero como bandoleros y haciendo el trabajo sucio del ejército.
Ante esas políticas de abusos y vejaciones, Mao despertaba la conciencia en la gente para cambiar a ese gobierno corrupto que les impedía hacer realidad sus sueños más elementales, como lo era la obtención de paz, comida, vestido y techo. Mao despertó las mentes adormiladas de la gente para terminar con un gobierno corrupto e incapaz, razón por la cual comenzó a utilizar su lema de “despertemos y derroquemos a la gente que se ha enriquecido con nuestras riquezas.” Así, el estadista fundó el Ejército de Liberación Popular, ejército que colaboró en la redistribución de la tierra, organizó representaciones de su partido y la elección de sus representantes. Mao comenzaba a establecer un orden en todas aquellas poblaciones alejadas y dejadas a la suerte de corruptos;
-¿hasta aquí sigues conmigo Omar?;
-totalmente, continúa por favor;
-para 1930 Chiang Kai-shek daba la orden de asesinar a quien participara en esas sublevaciones, ya lo había hecho en 1927 cuando masacró a cientos de comunistas en Shanghái ayudado por sus socios de las triadas (mafia). Más de cien mil soldados fueron enviados a combatir al Ejército Rojo de Mao. El Kuomintang que contaba con un armamento mucho más moderno que el de Mao fue derrotado, y le volvió a suceder lo mismo en dos ocasiones más: en 1931 y 1933. Esa situación dio fuerza al Ejército de Liberación Popular y atrajo a más gente que en algún momento comulgaba con las ideas de Chiang. La estrategia que el ejército maoísta siguió para ganar esas batallas fue “cuando el enemigo avanza, retrocedemos; cuando acampa, lo hostigamos; cuando se fatiga, lo atacamos; cuando se retira, lo perseguimos”. Con esto, Mao demostraba que una guerra no se gana por número y letalidad de armamento sino por inteligencia.
Para 1931 los japoneses comenzaban una invasión contra China en la zona de Manchuria pretextando un ataque de los chinos a un ferrocarril japonés. La primera acción fue imponer a un títere llamado “Puyi” y conocido como el “último emperador chino” que desapareció al término de la Segunda Guerra Mundial. Chiang Kai-shek como presidente se negaba a combatir a los japoneses, en cambio Mao demostró su entereza peleando ferozmente contra los muy superiores militares nipones para defender a su pueblo, llegando a eliminar a un millón de enemigos del poderoso ejército. El Kuomintang liderado por Chiang sólo atacaba al ejército de Mao. En octubre de 1933, Chiang Kai-shek, cegado por sus ambiciones, su soberbia y amparado bajo el ejército del Kuomintang mandó incomunicar y bloquear al ejército maoísta con numerosos frentes bien fortificados, haciendo que las medicinas, ropa y comida escasearan. Mao y su gente vivieron penurias por aquel bloqueo, pero jamás se rindieron, los maoístas tuvieron la valentía y determinación de escapar de aquel cerco con que habían sido rodeados para asfixiarlos. Para el colectivo chino ese escape será siempre una de las “marchas” más impresionantes de la historia, Mao y su gente se retiraban de ahí en octubre de 1934. Para Chiang que recibía apoyo por parte de Estados Unidos significó una victoria y, para Mao, era momento de reflexionar y ajustar las estrategias. Si eran perseguidos por un enemigo poderoso adoptaban la táctica de dar rodeos, se dispersaban y se concentraban después para hacer frente al enemigo en cualquier punto, desconcertando así al ejército de Chiang porque esperaban enfrentar al ejército maoísta en la ciudades grandes y no en los poblados, de ahí derivó la teoría “rodeando las ciudades desde el campo.”
En esa proeza de valor, cien mil comunistas habían comenzado una marcha de casi diez mil kilómetros para sobrevivir. El ejército maoísta se agrupaba en pequeñas células para internarse en tierras inhóspitas y de condiciones inclementes. Atravesaron así doce provincias, dieciocho cadenas montañosas, veinticuatro ríos y sesenta y dos ciudades diferentes de toda China. La fuerza moral del ejército maoísta derrotaba a los soldados de Chiang, para entonces Mao escribía en un manifiesto acerca de esa marcha con palabras que resonaban en todo el mundo.
Se han sembrado muchas semillas que brotarán, echarán hojas, florecerán y darán fruta, y producirán una cosecha en el futuro.
A lo largo del camino los comunistas sufrieron ataques despiadados del ejército de Chiang que trajeron la muerte de más de noventa mil seguidores de Mao. Superados esos cruentos ataques, se presentaron otros hostigamientos cada vez más complicados. Uno de ellos, que enaltece el valor y coraje de los hombres y mujeres que pelearon por la libertad de su país, sucedió en el río Dadu, donde se ubica el puente Luding, construido en 1701 con ochocientos metros de largo y suspendido a una altura de setenta metros del río. Dicho puente era sostenido por cadenas de hierro que a su vez sostenían planchas de madera como suelo. El ejército de Chiang hizo quitar la mitad de esas planchas con la intención de que el ejército maoísta no pudiera atravesar el lugar. Pero la valentía de veintidós voluntarios, cubiertos por sus compañeros, los llevó a atravesar la mitad del puente aferrados a las cadenas para alcanzar el centro. Llegando a la mitad, y armados con unas cuantas granadas dieron pelea al ejército de Chiang hasta hacerlos huir para poder colocar algunos troncos y, de esa manera, lograron que sus demás compañeros pasaran por el puente. Esa batalla era una de las más inspiradoras luchas para todos.
Otra gran prueba fue la de atravesar las montañas nevadas de Lijiang a más de cuatro mil metros de altitud teniendo que soportar temperaturas gélidas durante diez días en donde no había alimento ni refugio, pero la mayor causa de muerte fue por la falta de oxígeno. Comenzaba a gestarse la fundación de una nación resurgida de una gran crisis propiciada en el siglo diecinueve debido a la corrupción, las crisis económicas, la explotación y la ineficacia de unos cuantos políticos y familias aristocráticas con tal de prevalecer sus beneficios. El veinte de octubre de 1935, un año después de salir de Jiangxi, la “Gran Marcha” terminaba en la zona de Shaanxi;
-hasta aquí ¿Qué te parece esta parte de la historia?;
-alucinante Klaw, pensar en todo lo que tuvieron que pasar, habla de cómo este pueblo ha sufrido, pero que es un guerrero y no se detiene;
-la mayor virtud de los chinos es su paciencia y trabajo, ya entenderás la dualidad de estos guerreros, pero prosigo. Mayores calamidades se acrecentaron cuando en 1937 Japón invadió China con la consigna de “matar a todos, quemarlo todo”, asesinando a treinta millones de chinos. Para la historia, esa invasión quedaría como una batalla infame y cobarde. En el último mes de 1937 los japoneses rompieron la mal pertrechada resistencia de Nanjing dedicándose a violar, asesinar y robar. Se estima que murieron cincuenta mil chinos en esa primera defensa; miles de mujeres, niñas, jóvenes y ancianas fueron violadas y miles de bebes decapitados.
El ejército japonés formaba filas interminables de chinos y los fusilaban a fuego de metralleta o los decapitaban con “katanas” en un juego cobarde donde ganaban más puntos los que más decapitaran gente. A otros les rociaban químicos para quemarlos vivos y demás atrocidades que quedarían bien documentadas en la historia, todo con la finalidad de hacer que el pueblo chino se rindiera ante ellos, doblegando su moral. Pero el ejército de Mao fue un implacable combatiente en contra de los japoneses, lo que le ganó el apoyo de toda China, pero sobre todo de los campesinos.
Mao ya había planteado en 1936 que él y Chiang Kai-Shek se unieran para liberar a China de los invasores, pero Chiang sólo quería aniquilarlo en conjunto con los Estados Unidos porque tampoco veía con buenos ojos que el poder fuera tomado por los comunistas. El problema de Chiang viene cuando Japón hunde tres petroleros de Estados Unidos en territorio chino y estos urgen a Chiang Kai-Shek a pelear en conjunto con Mao, situación que no cumple porque esperaba que las potencias extranjeras fueran las que defendieran a China mientras él seguía atacando a Mao, dejando así que los japoneses siguieran destruyendo a todo el país.
Así, continuó otra larga lucha para las guerrillas de Mao hasta que los Estados Unidos lanzaron las bombas atómicas en 1945 sobre Japón y éste se rindió. Los estadounidenses no querían que Mao llegara al poder que ya manejaba desde unas cuevas en Yan’an, pero como habían terminado una exhausta guerra fingieron ser intermediarios en las pláticas de paz entre Mao y Chiang, queriendo ganar tiempo para rearmarlo nuevamente y así derrotar definitivamente a Mao Zedong. A cambio, China cedería grandes privilegios a Estados Unidos en agradecimiento por la ayuda de preservarse en el poder. Esos privilegios se extendían sobre derechos en tierra, aire y mar, así como injerencia en asuntos internos y externos. Como la gente en China se negó, comenzó una nueva guerra de terror, asesinatos y violaciones manejadas por Chiang y auspiciado por los Estados Unidos. China entraba en 1946 en una guerra civil.
La clase rica, sus industrias, todos los medios de comunicación y Estados Unidos apoyaban a Chiang, pero la propaganda y la realidad fueron la mejor arma de Mao Zedong. A los campesinos hambrientos y sin tierra que luchaban en el Ejército de Liberación les prometieron que las tierras de sus terratenientes serían de ellos. En las grandes ciudades Chiang repitió la misma estrategia de terror usada anteriormente por los nipones: quemar, saquear, violar y asesinar. Millones de hombres y mujeres, jóvenes y viejos, fueron masacrados nuevamente, China volvía al terror y a la desesperanza. Situaciones que acrecentaron el odio de la población y el fortalecimiento de Mao, quien con una calidad moral muy superior fue venciendo al ejército de Chiang. A finales de 1948, cincuenta y cinco divisiones del Kuomintang eran aniquiladas. Todos los enemigos de China se encontraban contra la pared y comenzaron a ofrecer una infructuosa paz. Esa estrategia de paz promovida por Washington y apoyada por británicos y franceses eran solamente intentos vanos de salvar algo de los restos mediante la “cara” diplomática.
La mejor estrategia de Mao Zedong cosechaba por fin sus frutos, el control del campo y las pequeñas ciudades por parte de su ejército influían en las grandes ciudades. En enero de 1949 Beijing fue tomada por el ejército de Mao. El 21 de abril las fuerzas maoístas capturaron Nanjing, la capital del Kuomintang, haciéndolos huir hacia el sur del país. Al final, Chiang Kai-shek y sus fieles se retiraron hacia la isla de Formosa, hoy Taiwán. Chiang proclamó Taipéi como la capital temporal de China, y en su huida robó el erario público, llevándose en total casi trescientos millones de dólares que fueron a parar directamente a sus cuentas y a las de sus cómplices.
Así, con todas esas experiencias, el legendario ejército veía lo que para el mundo parecía imposible. Mao Zedong entre la incredulidad de todo su pueblo y el mundo, en la Puerta de la Paz Celeste en Beijing proclamaba su discurso épico:
Nuestra nación ya no estará sometida al insulto y a la humillación. El pueblo chino se ha puesto en pie. La era en que el pueblo chino era considerado un pueblo no civilizado ha llegado a su fin.
Palabras que creaban la magnificente República Popular de China. Con una historia maniquea, a China le esperaba un futuro de historias más difíciles y complicadas que las vividas en catorce años, pero esa demostración de voluntad inquebrantable era el comienzo del resurgimiento de un país glorioso y poderoso;
Claudia callaba y daba un gran sorbo a la cerveza, supongo que vio en mí una mirada de fascinación y más dudas. Iba a preguntar, pero comenzaba un show donde las bellas chinas enfundadas en sus pantaloncillos naranjas patinaban por todo el lugar y hacían diferentes coreografías, la noche nuevamente nos alcanzaba y sentado en un restaurante junto a aquella mujer cambiaría mi visión de China, de Mao y del mundo, bien dicen que en la calle puedes aprender más… ¿ustedes que piensan?