Nada ni nadie puede destruir el pueblo chino. Ellos son sobrevivientes implacables. Es el pueblo civilizado más antiguo de la tierra. Pearl Buck.

Corría detrás de Claudia para subirnos al tren que nos llevaría a Shanghái, en el patio de embarque uno de los tantos trenes con sus iniciales «CRH» comenzaba a sonar una alarma, señal de que aquel moderno transporte estaba por partir. De un salto entraba al vagón y detrás de mí cerraba la puerta, el vehículo comenzaba a avanzar lentamente pareciendo que flotaba en el aire.

Un poco sofocado por la carrera Claudia me invitaba al carro-bar, luego regresábamos con aguas minerales a los asientos 25 y 26. Tomaba sentido la frase atribuida a Leonardo Da Vinci “la máxima sofisticación es la sencillez”, los vagones presentaban una decoración simple pero elegante. El aire acondicionado refrescaba el interior. El tren con el número D670 puntualmente partía a la hora especificada en el boleto: 2:55 de la tarde y también cumplía cabalmente con la hora de llegada, 4:18 p.m. Ella recargaba su cabeza contra el vidrio y posaba sus pies descalzos en mis muslos, los tomaba entre mis manos y ella quedaba profundamente dormida. Ágilmente, el aerodinámico transporte cortaba el aire a doscientos veinte kilómetros sobre hora abriéndose paso entre los prósperos campos verdes de los derredores de Hangzhou.

Transcurridos cincuenta minutos el “CRH” frenaba suavemente y yo despertaba de aquel sueño de cansancio, al tallarme los ojos me encontraba con sus finas facciones, quien dormía plácidamente. Por los enormes ventanales se divisaba en el horizonte las luces de una gran ciudad. Una vez más me sentía ajeno a mi país y a mi corazón. Me sumía en un montón de pensamientos cuando escuchaba su voz;

-el pasado siempre nos acecha;

-la mayoría de veces son dudas- expresaba con la mirada fija en el horizonte;

-en tu búsqueda interna encuentra que ese temor a lo desconocido debes de controlarlo. No todas las preguntas tienen respuesta sino hasta después de avanzar largo tiempo;

-tengo miedo de no avanzar como lo deseo;

-hay un proverbio chino que dice “no temas a caminar lento sino a quedarte parado.” Así que camina como puedas, a oscuras, con la cara al viento y un día llegarás. Ahora despierta bien que ya casi llegamos- ordenaba mientras se sentaba.

La estación de trenes del sur de Shanghái se mostraba espectacular. Con cupo para 10 mil personas la construcción era de forma circular, cubierta por un enorme domo hecho de placa de “Lexan” transparente que cubría toda la construcción de más de trescientos metros de diámetro. A esas horas el domo resplandecía con la luz del sol, el cual había sido construido para simbolizar el resurgir de China y de la ciudad. Círculos concéntricos conectados por pasarelas, junto a los elevadores con bóvedas de cristal y docenas de salas de espera creaban un laberíntico lugar que me hacía sentir no llegar a ninguna parte.

Tomábamos un taxi, un Santana 3000 que en México se diera a conocer como “Corsar” y avanzábamos. Claudia daba la dirección, el conductor repetía el nombre del lugar y se enfilaba velozmente por el segundo nivel de la avenida. Las autopistas elevadas dejaban ver en todo su esplendor la espectacular ciudad. Cada a calle, cada avenida por donde transitaba el taxi desmoronaba mis paradigmas. Si algún día China estuvo en un abismo, había encontrado una salida en la cual muchos tenían cabida. China se había reinventado y se mostraba orgullosa de sí misma, demostrando a extranjeros y propios su rápido e increíble desarrollo económico.

Cuando nos deteníamos, el taxímetro marcaba ochenta “kuais”, habíamos llegado a la casa de alguna amiga de ella. Subíamos en elevador treinta y nueve pisos y entrabamos al departamento, aquel lugar estaba solo. Al entrar Claudia posaba sus pies desnudos en el piso laminado, yo la imitaba. El lugar se mostraba irresistible por su decoración. La amplitud del departamento era considerable. Un comedor de madera para ocho personas y una vitrina se posicionaban frente a nosotros y precedían una enorme cocina. Los grandes espacios dominaban el ambiente, una sala con sofá de color anaranjado resaltaba con el blanco inmaculado de las paredes. Observaba una gigantesca pantalla de LCD y un aire acondicionado que emulaba más un refrigerador por su tamaño. En la parte central de México, los climas no son tan extremos así que esos aparatejos no los conocía.

Recorría el amplio departamento que albergaba una zona lounge y enormes vestidores, las dos recamaras bien equipadas con aire acondicionado cada una, así como los elementos como sillones reclinables de piel y dos baños con jacuzzi resaltaban con los ventanales de pared a techo que maximizaban todavía más el espacio. El estilo minimalista se imponía, sencillez, elegancia y sobriedad definían el lugar que sobrepasaba por mucho mis expectativas. Claudia se limitaba a observarme absorto en los detalles de esa vida y como preámbulo para el final replegaba la enorme cortina anaranjada que daba paso a la terraza principal. Se imponía ante mí la magnificente ciudad vertical que dejaba ver los más emblemáticos rascacielos de China. Todo era indescriptible, quedaba mudo ante la belleza misteriosa de Shanghái que desde esa altura mostraba calles llenas de colorida vida. Sentimientos de alegría y asombro me invadían, sólo atinaba a dar gracias a la vida por permitirme ver la majestuosidad de una nación moderna y deslumbrante.

Como espectador altivo desde la vertiginosa altura transcurría un largo tiempo de contemplación, introspección y admiración provocada por esa orgía de belleza arquitectónica, sacaba del bolsillo mi teléfono y tomaba un par de fotos de los edificios. Una calma desbordante que no había experimentado en meses me reconfortaba, el futuro era presente. Cada uno íbamos a un cuarto, yo tomaba un baño y en minutos estábamos listos para salir a conocer Shanghái.

Caminando por Shanghái

La enorme avenida compuesta por más de ocho carriles, túneles y desniveles se llamaba “Handan”. En pocos metros de caminar observaba rodar cientos de autos nuevos y lujosos como Audi, Mercedes, Porche, BMW; Volvo, Ferrari y otras más desconocidas. La cantidad de gente transitando por las aceras era incontable, todo era una vorágine. Cada paso era un descubrimiento nuevo mientras caminábamos en el moderno distrito de Yangpu, barrio clásico que alojaba a las centenarias universidades de Fudan y Tongji. Yangpu había sido el primer barrio del siglo XIX en albergar la primera factoría algodonera de toda China que sirvió de ejemplo empresarial para convertir a Shanghái en un sector industrial. Toda la arquitectura del distrito reflejaba creatividad, resplandor y el renacimiento de una zona que en algún momento perdió su auge, pero para entonces se reinventaba como el barrio jovial del conocimiento, las compras y el nuevo distrito tecnológico de primer nivel en toda la ciudad, quede tan fascinado de ese lugar que después sería el barrio donde viviría.

Caminábamos hasta encontrarnos de frente a una enorme glorieta que unía numerosas avenidas. Un túnel elevado sobresalía debajo de un núcleo de fuentes y jardines subterráneos, se trataba del icono de Yangpu, construcción forrada con miles de luces Led. Ese túnel elevado conocido de manera local como “el huevo” y cuyo propósito es únicamente estético, era la parte central de un conjunto de edificios que en su interior albergan centros comerciales, cadenas de comida rápida, restaurantes de lujo, cinemas, hoteles, bancos, docenas de universidades y supermercados, todo interconectado por el subsuelo. Todo ese despliegue de modernidad me dejaba boquiabierto “Wujiaochang” era el nombre del multifuncional que hace referencia a una plaza pentagonal y que está compuesta por cinco intersecciones que conectan a todo el barrio con los puntos más importantes de Shanghái. Movidos por la curiosidad nos adentrábamos en uno de los tantos complejos comerciales. Caminábamos entre laberínticos pasillos del subsuelo hasta llegar a un Papa John´s, así que sin mucho pensarlo entrabamos en el lugar y disfrutábamos de una sopa “Goulash” y un “calzone” de jamón con champiñones que mitigaba nuestra hambre.

Al terminar de comer continuábamos explorando el lugar, internándonos en el infinito complejo. Docenas de enormes centros comerciales, cientos de negocios y personas nos daban una pequeña probadita del real dinamismo chino. Comercios a tope, gente comprando de todo, restaurantes con enormes filas de espera para entrar me hacían preguntarme dónde estaba el país comunista, los malos servicios, los lugares grises y la gente vestida con la misma ropa porque todo era un caleidoscopio del consumismo. En silencio buscaba comprender el comportamiento de los chinos desde Wujiaochang sin lograr entender nada.

Vencidos por el cansancio, regresábamos al departamento para dormir un poco. Ya en el cuarto oprimía todos los botones habidos en el control remoto del aire acondicionado hasta sentir un clima refrescante, acto seguido me sumergía en un sueño reparador.

La Dama de Oriente

Horas más tarde el ruido de un potente jet de guerra surcando el aire me despertaba. El sol mostraba su último resplandor, pasaban de las seis de la tarde. A toda prisa lavaba la cara y después llamaba en la puerta de Claudia. Sin perder tiempo nos enfilábamos a la salida para visitar a nuestros colosales anfitriones. Otro taxi y otro viaje, la enorme Shanghái requiere que sus arterias sean circuladas constantemente, imposible estar quieto en una ciudad de ese calado. Toda avenida, puente y calle por donde circulaban se iluminaba por intensos colores azul, verde, morado, rojo y amarillo, luces que daban la impresión de recorrer ciudades futuristas imaginadas sólo en las películas de ciencia ficción cien por ciento Hollywoodenses. Al detenerse, el taxímetro marcaba sesenta “kuais”, pagaba y al estar en aquella avenida comenzaba esa experiencia de placeres;

-bienvenido a Nanjing Lu (Lu en chino es calle)- Claudia exclamaba con los brazos extendidos;

Rebasado por un sinnúmero de personas nos encontrábamos parados en Nanjing Este, la avenida peatonal más grande del mundo que mostraba una forma de vida única. Hipnóticos anuncios luminosos de un sinfín de marcas globales saturaban la visión, la explosión de los sentidos y su activación al límite era lo que nos llevaba a entrar en la calle, ávidos de captar el más ínfimo suceso. La noche apenas comenzaba, el clima caluroso envolvía el ambiente de libertad, muchos como nosotros comenzaban su aventura con pasos prudentes. La belleza inigualable de cada uno de los lugares de Shanghái vista desde una sola calle como Nanjing nos hacía captar cientos de imágenes, de escenas cotidianas; todo era una descarga para los sentidos que ningún documental o filme hubiera podido describir lo vivido en ese momento.

Conquistado por Shanghái escuchaba, sentía, tocaba, olía y veía la vida de cada jardinera, estatua o rincón que andaba. Gozaba de las sutilezas de balcones y ventanas que esperaban ser captados en videos o fotos para la eternidad. En Nanjing caminaban todas las naciones del mundo; costumbres y religiones diferentes se rozaban entre sí, y cada una formaba un mosaico de costumbres, arquitectura y arte en el lienzo de la vida. Desde una mujer vestida en diminutos pantalones cortos hasta una musulmana ataviada con su tradicional “burka” estampaban el estilo de vida del país. Los niños jugaban solos en la calle, la multitud se movía en forma constante y veloz, todos convivían en civilidad y aunque un turista no siempre percibe la realidad del lugar que visita, no se hacía presente alguna muestra de discriminación o violencia, el aire que se respiraba era de paz y armonía.

Buceaba en un sueño, mis sentidos bombardeados nos presentaban un futuro proyectado de experiencias únicas. Cafés al aire libre, tiendas de marcas prestigiosas, restaurantes con los platillos más representativos de cada país daban a Nanjing un estilo de lujo único disfrazado de cotidianeidad. China imprimía su exclusividad en cada cosa o lugar como Pizza Hut que en el país asiático se maneja como restaurante de lujo. Al terminar de recorrer la enorme avenida y cruzar Zhong Shang Dong nos topábamos nuevamente con aquel gigante: Mao Zedong, quien observaba con toda serenidad un país que parecía vivir una ideología muy distinta a la que él había construido: el capitalismo devorador. Sereno, el majestuoso hombre de bronce fijaba su vista inmóvil en un radical horizonte. Caminar al lado del estadista daba cierto sentido de grandeza.

Detrás del elevado busto, unas escaleras conducían a la parte más alta del malecón llamado “Bund o Waitan” en donde se podía observar el río Huangpu. Al subir, una fuerza atrayente nos guiaba lentamente hasta las barandas del malecón para encontrarnos de frente con lo más representativo de Shanghái: la Torre Perla del Oriente. Majestuosa dama de hierro y luz de cuatrocientos ochenta metros y ataviada con quince esferas que irradiaban luminosidad a toda la zona. La “Dama de Oriente” se encontraba resguardada en primer instancia por dos gigantes colosales de acero: la Torre Jin Mao de ochenta y ocho pisos que alberga en su interior al hotel Hyatt y; del otro lado, el Centro Financiero Mundial de Shanghái, edificios considerados dentro de los más altos del mundo. De arquitectura magnificente la Torre de la Perla Oriental demostraba porque era la “Gran Reina de Asia”, decenas de guardianes disfrazados de rascacielos, acorazados con acero y luz la protegían y reverenciaban en su territorio: Pudong.

Por primera vez la dimensión de aquellos colosos me intimidaba y creo que también a todos los presentes. Miles de luces frugales y desmesuradas; atrapaban, envolvían, hipnotizaban y golpeaban los sentidos de quien se apostaba frente a su potenciadora luminosidad. El color rojo, verde, azul, morado, violeta y amarillo inundaban el ambiente de diáfana beldad. Todo era una postal ecléctica de tecnología, vitalidad, arquitectura y movimiento. La imaginación y el futuro se fusionaban en uno solo. Ambos conceptos se posicionaban delante de todos los ahí presentes y del mundo. Shanghái demostraba por imposición y demostración de grandeza que el siglo XXI, es y sería el siglo de China. La ciudad futurista petrificaba a todo el que la miraba como “Medusa hacía con los intrusos”, yo sólo observaba y grababa en mi mente la vista.

A tan solo unas horas de haber llegado a Shanghái las impresiones eran fortísimas, una tras otra, no había tregua ni descanso, todas las emociones se arremolinaban en un primer paseo, en tan sólo dos calles y en un lugar. Shanghái emanaba poder, se imponía ante los demás, se mostraba como ciudad de aprendizaje y una fuente de inspiración. Parecía que todos habían desaparecido, ahí de frente y abrazado a Claudia ante la belleza arquitectónica de lo moderno, lo cotidiano, admiraba sorprendido cada detalle. El cúmulo de emociones era tal que un nudo en la garganta me provocaba no poder tragar saliva, las lágrimas resbalaban por mis mejillas agradeciendo nuevamente a la vida por la oportunidad de estar ahí.

Simulacro de democracia

-¿qué has visto de la vida cotidiana de China?- interrumpía Claudia y me llevaba a hablar de la percepción del país;

-es como esos trenes, muy dinámico, la economía es pujante, la arquitectura es sorprendente, todo se mueve a un ritmo veloz aunque de pronto observo que en toda esa perfección la gente de a pie, los que viajan en bicicleta viven una vida muy diferente a la gente de los autos de lujo, pero se pierden entre tanto modernismo. Veo que China tiene demasiados ángulos que aún no logro entender, tal vez lo estoy imaginando;

-no, no lo imaginas. Si bien este país tiene un socialismo de características chinas, que este gobierno se ha preocupado para que su gente tenga una vida acomodada y libre para elegir sus gustos, todavía hay gente que en su vida diaria vive día a día la crudeza y realidad de este “tren” como tú le llamas. Hay quien se sabe subir al tren, tiene lugar y se acomoda pero hay quien no encuentra las condiciones para subir, no tiene contactos, no tienen dinero, sobreviven en dolor, en penurias, no se pueden divertir, no pueden disfrutar su país- confesaba con cierto enojo;

-pero eso no es privativo de China Claudia. Nueva York, Paris, Londres, México viven desigualdades, al menos aquí el gobierno está tratando de hacer algo, de ayudar a su gente, claro que quien lo vive es duro pero, si vez a México, nuestros gobernantes han robado todo, son corruptos, ineptos, cínicos y la gente apática, mediocre, ignorante y miedosa, la mezcla más dañina. Eso es lo que quiero saber de China, entender sus problemas, entender cómo logran mejorar, porque sus oportunidades y sus proezas están a la vista- calificaba yo con cierto dejo de enojo;

-me gusta que sabes mirar los detalles, a pesar de que China es una potencia hoy, todavía se vive pobreza, discriminación de los locales hacia los venidos del campo. Efectivamente, como en cualquier parte del mundo los ricos se aprovechan de los más desvalidos, las desigualdades todavía son fuertes, mucha gente no puede acceder a la educación y el gobierno todavía no encuentra como revertir estas situaciones, en parte por la inmensa población. Un problema mínimo aquí es inmenso;

-sí, pero lo poco que he visto es que aquí están haciendo algo, están intentando, sus gobernantes son humanistas. En México los gobernantes no les importa si la gente muere de hambre, todo es corrupción, gobiernan a través de la televisión, a diario el presidente dice que todo está bien, no castigan a nadie, premian a sus incondicionales, ayudan a desaparecer a sus corruptos porque les sirvieron, por eso México hoy está en un hoyo y lamentablemente parece que viene lo peor;

-viene lo peor- recalcaba ella, palabras que siempre quedaron en mi mente;

Comenzaba nuevamente ella -a finales de los setenta China era una economía esencialmente central, rural y totalmente cerrada al mundo. Deng Xiaoping quiso continuar con la ideología principal de Mao que era devolver a China su papel de superpotencia, mejorando las políticas impuestas anteriormente. Entendió que era el momento en que China debía establecer relaciones con Estados Unidos y el mundo, conociendo la tecnología, cultura y capitalismo occidental. Lo primero fue pasar de un país cerrado al extranjero a un país socialista abierto al mundo, pasar de un estado controlador a un estado regulador y líder que transformara el mercado de local a internacional y pasar de ser un país rural a un país industrial tecnificado como lo estableció y soñó Mao, sin repetir sus errores, todo a través de un Partido Comunista diferente. Es decir, tres políticas ejecutadas al mismo tiempo;

-no se puede tener un socialismo de mercado y estar abierto a la vez, eso es imposible- le interrumpía;

-¡bienvenido a la lejana tierra de lo imposible!- alzaba la voz Claudia mientras extendía sus brazos– lo que pasa es que países como México siguen al pie de la letra los “Consensos de Washington”. Nuestro país se guía por rígidas políticas económicas establecidas por Estados Unidos y de otros países neoliberales que no permiten la creatividad de políticas diferentes, haciendo a México estático. Pretenden no ver que esas políticas que funcionaron para otros países son circunstancias muy diferentes a las vividas en un país tan heterogéneo como lo es México. Además no quieren que México prospere, no les conviene. En este país imposible llamado China son la demostración para el mundo, con el mero hecho de pararte aquí que una teoría económica de papel no soluciona los problemas, se necesita imaginación, valor y mucho amor al país.

-algo que nuestros “avezados” políticos no ven- pensaba en voz alta;

-en China la economía se ajustó a los procesos sociales y no como pasa en México que han querido ajustar a toda la sociedad a sus políticas económicas, es por eso el fracaso de su economía- paraba de hablar frente a toda esa postal;

-entonces ¿este señor Deng Xiaoping es el creador de esta nueva república?;

-en parte, él retomó y mejoró lo que Mao había imaginado, después vino otro gran hombre que fue Jiang Zemin el cual creó la “Teoría de la Triple Representatividad” basada en los pensamientos de Mao y Deng;

-y ¿por qué recalcas lo de “Teoría”?

-simple, porque lo que Mao y Deng plantearon fueron pensamientos, ideologías y no solamente corrientes económicas. Jiang Zemin también creó una ideología que terminó por cambiar a China y al mundo. Él, creó un pensamiento único y nunca antes visto en donde había tres premisas a seguir: un socialismo con empresas privadas, una infraestructura inigualable y democracia, algo que es imprescindible en un país abierto;

-bueno, sinceramente China no se caracteriza por ser democrática;

-eso es lo que quieren hacer creer los opositores de China al resto del mundo. Ven a China con ideas occidentales, un grave error. Para entender a China tienes que verla desde aquí, rompiendo paradigmas occidentales. Jiang Zemin abre el Partido a los empresarios privados y a otros sectores, haciendo que el Partido se autocorrija eliminando así errores, está a simple vista. Democracia es cuando la gente puede acceder a sus satisfactores más primordiales; es decir, ser libre. Tú llamas democracia a los países que pueden “votar”, nos venden esa parte de la democracia como el único camino para ser felices y prósperos cuando en realidad ese modelo de democracia es efímero. México se dice democrático, e independiente porque se simula elegir a sus gobernantes mediante votación directa, pero te pregunto, ¿en cuántas ciudades o poblaciones la gente es libre de caminar por donde le plazca, comprarse lo que se les antoje como ropa; vacacionar o lo más importante comprar de comer lo necesario? Más de 60 millones no lo hacen, para la gran mayoría el clima de inseguridad y la pobreza los hace esclavos de su gobierno, de depender totalmente de este porque les regala dinero disfrazados de apoyos gubernamentales y de esa forma comprometen a la gente en las elecciones porque fueron ellos quienes supuestamente les está dando bienestar y algún dinero regalado, eso mi querido mexicano no es libertad, no es democracia, eso ¡es una simulación! Democracia sería que los tres poderes de gobierno estuvieran separados y fueran independientes pero eso en México no existe, Estados Unidos llega a cumplir con esa condición pero su hegemonía como país es por todos los robos y matazones que ha hecho en el mundo, imponiéndose a través de su ejército. China se reinvento de cero. Este gobierno está cumpliendo con los deseos más anhelados de millones de personas, sacarlos de la pobreza. En menos de tres décadas más de seiscientos cincuenta millones de personas han salido de ella, ¿te parece poco? seiscientos cincuenta millones de personas, es muchísimo, casi ocho veces México. Muchos dicen que la dictadura en China se da por no tener derecho al voto, mientras esta gente y millones de personas tengan libertad económica para hacer lo que quieran con su vida y dinero no importa si existen votaciones o no, porque de esta forma el gobierno está más presionado a hacer mejor las cosas. Además para que un político aquí en China llegue al poder primero pasó por años de capacitación, pruebas y esfuerzo en diferentes puestos o sea que llegan al poder los mejores, no los más aduladores como si sucede en México;

-eres una mezcla fascinante- la calificaba yo;

-¿te asusta que una mujer sepa más que tú?;

-no, me atrae- ella era directa y franca;

-México, es presa de grandes instituciones y de países porque obtiene ayuda externa, porque recibe caridad con intención politizada y tiene que apegarse a lo que le digan, no es un país libre. En China como no se ha permitido esas intromisiones, muchos países los caricaturizan como un peligro para el mundo, hablan de que China sobresale porque hay esclavitud y los niños son explotados cruelmente. La economía socialista es y siempre ha sido mal vista por la prensa alineada y cualquier situación la maximizan para resaltar los errores. En cuanto a las elecciones te voy a decir algo, en muchos lugares de China se permite a la gente elegir a sus dirigentes;

-cierto, te otorgo la razón pero también me refería a la libertad de prensa;

-en cuestión de prensa no es tan diferente a México, Estados Unidos o cualquier país Latino, el gobierno controla a los medios de comunicación como es la televisión. En Estados Unidos solo cinco corporativos ¡cinco! controlan toda la televisión porque son los dueños de todos los canales, y pasa lo mismo con la radio, las revistas, eso no es libertad de prensa. México está en peores condiciones con dos monopolios. En nuestro país el gobierno dice que se informa y de que no, ellos ponen a sus periodistas y pagan por sus noticias ¿no es cierto? O censuran, eso tampoco es democracia, es una fantasía que pretenden hacernos creer. En México todos los días el presidente dice que va muy bien el país, que toda la justicia esta de maravilla, hablan de que las cuentas de economía son claras, de que la empresa pública va mejor que nunca, todo es perfección y ¿sabes por qué?;

-no;

-porque estas en México, porque deben de tapar todas sus ineficiencias, todo ahí es utopía, ahí si se da esa condición. Ahora mismo velo, México tiene un nuevo presidente impuesto por la televisión, por el todavía presidente, por los Estados Unidos, le robaron al candidato de izquierda ¿crees que México va a mejorar? te apuesto todo mi prestigio a que México ahora va a caer en un enorme precipicio;

-¿imposición de la televisión?;

-si, en México la gente es gobernada a través de la televisión, Karl Popper lo advirtió “La televisión se ha convertido en un poder político colosal, el más importante de todos. Se ha vuelto un poder demasiado grande para la democracia. Ninguna democracia puede sobrevivir si no se pone fin a este poder”, así han gobernado, se hizo más evidente en las elecciones donde un enfermo mental como Bush fue ungido presidente a través de un fraude electrónico en las urnas, apoyado por un canal de televisión, robando la presidencia a Al Gore, y en México sucedió lo mismo;

-los presidentes mexicanos solamente han gobernado para sus verdaderos representados, los Estados Unidos;

-son de ultraderecha, los mismos que han hecho guerras. Adoro México, es mi casa pero lo han gobernado sólo para saquearlo. Decían que China iba a derrumbarse cuando se abriera al mundo. Auguraban que iban a tener que pedir ayuda de Estados Unidos y no fue así, porque la educación de China es tan alta que les ha permitido hoy ser lo que son. Los sistemas prioritarios de México como bancos, telecomunicaciones, energía están privatizados y otros en camino tanto por nacionales como por extranjeros ¡ahí no hay soberanía! Los servicios que pagamos como mexicanos son carísimos, servicios que el gobierno debiera dar por derecho y obligación. La educación es malísima en México porque está gobernada por una mafia, la iglesia es un monopolio que gobierna al país y lo peor es que no tienen la calidad moral para hacerlo porque protegen a pederastas y santifican al dinero lleno de sangre;

-cierto, México requiere voltear hacia China o seguirá sumido en su mediocridad

-dicen que alguna vez el enfermo de George Bush le pregunto a Hu Jintao que era lo que ocupaba sus pensamientos en las noches y este respondió: como ser autosuficientes y crear veinticinco millones de empleos por año, la respuesta debió dejar paralizado a Bush ya que respondió que a él, le preocupaba la ¡seguridad! Lo mismo que en México. Aquí la seguridad se da porque la gente vive en sociedad, hay armonía, hay empleo, valores familiares, la economía interna es tan ágil que poner un negocio es sinónimo de éxito y porque aquí las leyes son ejemplares, ¿para qué mantener por años a un secuestrador, narcotraficante, corrupto o violador en la cárcel? para mí, ahí radica la democracia que se da desde esa forma, desde la familia, desde la casa, amando y respetando desde los ancianos hasta los insectos, esa es la diferencia con otros países;

-si, tal vez tengas razón- dudaba un poco mientras nuevamente volteaba a mirar aquellos edificios;

-eres incrédulo- contestaba ella y tenía razón, me costaba trabajo creer que México era un país gobernado por cerdos vestidos de traje;

Estuvimos horas ahí, viendo y platicando de mil cosas. Poco antes de la media noche las luces comenzaban a apagarse, no así el ambiente nocturno que parecía cobrar fuerza. Shanghái no dormía, apenas se disponía a entrar en fiesta. Caminábamos parte del “Bund” en donde los edificios “Art Decó” se contraponían a lo moderno y futurista del distrito de Pudong, en una sola calle gobernaba la dualidad de dos tiempos y estilos muy diferentes, unidos tan sólo para agradar y demostrar que lo tradicional se lleva muy bien con lo moderno sin robar esencia un estilo del otro. Íbamos hasta un edificio frente a nosotros para entrar en uno de los mejores bares en los cuales he estado, ubicado en el Bund numero dieciocho sobre el séptimo piso: Bar Rouge. Uno de los bares más exclusivos de Shanghái. Lugar que de noche se convierte en una especie de escaparate de lujo que muestra el futuro y el momento de eclosión de un país vital y original. La terraza con tendencias en el color negro y dorado, acentuado por tintes rojizos y en conjunto con la luminosidad de los rascacielos hacían resaltar en el barandal una inmaculada bandera de China, que erguida a mitad del panorama daba la ilusión óptica de sobrepasar en altura a los gigantescos edificios, acrecentando las virtudes nacionales. Todo eran obras de arte en un cenit de esplendor social, militar, político y cultural girando en rededor de un símbolo lleno de historia e ideología tan poderosa que cambiaba al mundo mientras nosotros acercábamos nuestras almas acompañados de una botella de coñac. Yo me se sentía libre y empoderado, Shanghái compartía sus sentimientos con todos los que la visitábamos…

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Mi nombre es Omar Campos, soy mexicano de nacimiento y chino de corazón desde que llegué por primera vez a esa nación. Soy profesor de universidad en temas de Economía, Administración y Reingeniería de Procesos, además de empresario. He terminado de escribir un libro titulado “Shanghái, la casa del águila” que algún día veré publicado y que espero alguien lo lea. Amo China, más Shanghái, es mi segunda casa, Pekín es hermoso pero me causa angustia su tamaño, el hermoso Hangzhou se robó algo de mí. Me tocó caminar en una nación que acabó por cambiarse a sí misma y al mundo mientras recorría sus calles, estuve en su presentación al mundo en 2008 y quiero compartir con los lectores mi visión de esta fascinante nación. Hoy mi país vive una desastrosa guerra que nos tiene sumidos en una enorme fosa mortuoria, la corrupción es cínica y una forma de vida; las comparaciones son ociosas más entre países tan distintos, pero China, México y el mundo no son tan diferentes. Entender cómo se transformó China podrá ayudarnos a cambiar al mundo y a entender nuestro entorno global desde un punto de vista humanista.