Algún día por Facebook leía el diario digital de Red China y me agrado su forma ágil y desenfadada de tratar los temas sobre ese país. Unos años antes viví en Hangzhou y Shanghái, y cuando me preguntan acerca de ¿Cómo es China? o ¿Qué es China? Trato de platicarles sobre lo que vi pero cuando termino, casi siempre tengo la sensación de que me miran como si les presumiera de un viaje fastuoso en vez de darles un buen referente para interesarlos. A China lo miran y lo explican de mil formas pero creo que muchas de ellas equivocadamente.
Anteponen la xenofobia, las respuestas rápidas y fáciles antes que hacer comentarios con conocimiento de causa. Todos como seres humanos tenemos errores, aciertos y diferentes puntos de vista pero unidos podemos vivir en paz, sin miedo, entendiendo que somos únicos y que si aceptamos la diversidad de pensamientos, cultura e historia podríamos construir un mundo mucho mejor del que ahora tenemos.
He tenido la fortuna de ser invitado a formar parte de Red China, estos colectivos sirven para conocer, difundir, aceptar nuevas formas de ver y hacer las cosas. Al divulgar conocimiento estamos innovando, por eso es importante entender y multiplicar que es la República Popular de China, cómo está cambiando al mundo y como definitivamente lo hará un mejor lugar, esta es la importancia de hablar sobre esta nación y debemos hacerlo siendo humanistas para entender esos cambios.
Existen los medios masivos que nos hablan de este gran país, pero hoy esa difusión es muy impersonal y por lo tanto tiene poco efecto en los cambios de conducta. Estos colectivos son más directos, nos permiten interactuar en tiempo real con la gente e intercambiar opiniones personales para enriquecerse en ambos lados.
A lo largo de mis participaciones hablaré de mis experiencias, vivencias, aventuras, y aprendizaje en este país asiático, mis andanzas por las diferentes ciudades y localidades que componen esta gigantesca nación así como los países vecinos que hoy en conjunto generan la mayor actividad mundial en diferentes rubros. Me da mucha alegría trabajar con una Red que te diga que eres libre de escribir lo que quieras, lo hago con mucha responsabilidad, seriedad y algo de miedo pero el único fin de esto es informar y compartir conocimiento, conocimiento que hará que entendamos que nuestro mundo es muy diferente pero que se puede vivir y trabajar todos juntos en bienestar de un mejor futuro, China no es ninguna distopía ni amenaza, es un paradigma visto desde una enseñanza occidental, los invito a adentrarnos en este mundo de cambios veloces liderado por “El Imperio del Centro”.
Destino Hangzhou
Para febrero de 2007 me confirmaban lo que toda mi vida había soñado, irme a vivir al extranjero. Siempre imaginé viviendo en Estados Unidos, España, Inglaterra pero jamás imagine ¡China! Los más conocedores me hablaban de un país pobre, inseguro, sucio, y donde se hacía reverencia a imágenes inamovibles de un tirano; los otros, los que creían recordar “algo” decían que ahí se comían a los niños o te mataban. Recuerdo haber encontrado en internet un blog en inglés que hablaba de Shanghái, pero la información era escasa, hablaba de lo barato de la ciudad y de su transporte, nada relevante. Ahora si busca uno hay información de todo lo inimaginable de China.
Trabajaba para el gobierno estatal y quien entrego simbólicamente mi boleto fue el gobernador, un descendiente de origen chino. Entonces me sorprendió por lo que me dijo en voz baja “vivirá en un país diferente y comprenderá nuevas formas para cambiar toda esta mierda que vivimos en México” adivino mi cara de incredulidad viniendo esas palabras de un político y continuo “esta gente que nos rodea es presa de sus ideas, acepta los hechos como verdades únicas, tienen miedo de imaginar, de cuestionar. Cuando regrese de su viaje usted habrá salido de una tormenta que va a dolerle hasta el alma, pero sin dolor no hay crecimiento, sin crítica no hay auto examinación. Cuando salga de esa tormenta será capaz de romper todos esos paradigmas que las personas aceptan y sobretodo romperá las barreras que nos dominan”. No sé si leyó a Haruki Murakami o asistió a algunos cursos de Reingeniería de Procesos, pero sus palabras tomaron sentido muy rápidamente.
Siempre buscamos logros importantes, realizar fantásticas aventuras pero luego la vida nos da un sinnúmero de retos y fracasos, así, todo lo que imaginábamos como inamovible, incluso nuestras ideas nos hacen dudar de quienes somos, China tiene la propiedad de sacudirnos, de hacernos preguntar qué hacemos ahí y parece por un momento que quisiera sacarnos de su vida, pero eso sólo es una ilusión, es el primer coletazo de los intercambios culturales.
Avanzaba lentamente en la sala de espera de la Terminal Dos del Aeropuerto Benito Juárez. Todos habían quedado atrás. En aquellas multitudinarias bancas la mayoría de las personas eran “ojos rasgados” sin saber si eran japoneses, chinos o coreanos, el primer paradigma. A simple vista parecían todos iguales. Caminé lentamente hasta el final de la sala donde me topé de frente con una enorme vidriera, y del otro lado un imponente Boeing 747 de “Japan Airlines”. Majestuoso avión de cuatro turbinas que cual alfombra mágica de “las mil y una noches” me llevaría a volar hacia el desconocido “Imperio del Centro”. Todo el tiempo miré al coloso aéreo, por fin estaba a punto de realizar un sueño, dejando atrás otros. Eran las seis de la mañana y me sentía exhausto. Al ser documentado mi última reserva de energía se había agotado. Cerraba algunas etapas en mi vida, otras quedaban inconclusas, comenzaba lo desconocido.
Parecía que el reloj se había detenido, esa hora de espera ahí parado frente aquel monstruo era eterna hasta que la voz de abordaje anunciaba el vuelo a Shanghái con escalas en Vancouver y Tokio. Comenzaba así la incertidumbre ese 30 de agosto, dejaba atrás mi país convulso en guerras sangrientas, dividido, lleno de odio y temor que estigmatizaría a México por décadas.
Dentro de aquel avión el tiempo me daba una tregua de olvido. Había pedido sentarme junto a la puerta de emergencia para poder estirar las piernas, mis 1.91 me martirizan en espacios pequeños. Un súbito dolor comenzaba en los dientes y me recorría todo el cuerpo mientras los cuatro inmensos motores apenas bisbiseaban para poner el avión en la pista, me preguntaba como ese armatoste podía levantarse. El agotamiento me postraba en el asiento ayudado por la fuerza de despegue. Atrás quedaba Ciudad de México, cobijada aún por la oscuridad del naciente día. Las luces diminutas se perdían a 30 mil pies de altura y el estrés cotidiano de meses se desvanecía. Como una película en cámara rápida, día y noche pasaron por las ventanillas del gigante que avanzaba y avanzaba solo en aquel espacio, así es la vida, avanzar y avanzar entre enormes abismos, de vez en cuando acompañado del sol o la luna pero siempre avanzando, nunca detenerse porque muere uno.
Después de toda una vida de anhelar conocer otra cultura, ese primer viaje envolvía mi vida de una magia espiritual. Dieciocho horas largas transcurrieron en el aire y cinco horas de escalas entre Vancouver y Tokio. Recuerdo haber leído en todo el vuelo “México Bárbaro” de Jonh K. Turner, lo tome del librero de mi padre sin pedírselo, en que momento vine a enterarme de la historia de mi propio país que desconocía, es algo de la magia de los aviones. Aquel gigante que había surcado nubes, bolsas de aire, dejado atrás varios países y cruzado mares comenzaba un suave descenso, entraba dentro de un enorme celaje blanco y debajo del fuselaje dejaba admirar adormiladas luces. Minutos después aquel portentoso armatoste se deslizaba suavemente en el suelo de la “Perla del Oriente” Shanghái.
El cansancio se había esfumado, me abría paso entre la modernidad de aquel enorme aeropuerto junto con los demás mexicanos que íbamos en ese vuelo. Recuerdo que nos juntaron a todos, nos entregaron algo de dinero, creo que dos mil yuanes, y nos subieron a un autobús. Eran las dos de la mañana y atrás quedaba aquel hermoso aeropuerto que semeja las alas de un avión; todavía nos aguardaba un trayecto de dos horas y media más, Hangzhou era el destino final. Lo único que sabía de esta ciudad es que tenía un lago y era líder textil en China para ese momento. Me imaginaba todo menos lo que vi en primera instancia, una elegante ciudad de novela que devora a los viajeros más osados. El calor aun de madrugada era sofocante. Modernos edificios y departamentos exhibían miles de vidas que estaban influenciadas por el feng shui, la madrugada estaba cubierta por una misteriosa bruma. Esas enormes avenidas sobrepasaban las expectativas que yo tenía. No vi pobreza, no vi construcciones derruidas. Mis ideas comenzaban a desmoronarse proporcionalmente a la velocidad con que avanzábamos, aun en esa oscuridad no observaba una China pobre y sucia, todo lo contrario, observaba una vida nocturna envidiable. Calles modernas eran aseadas por pequeños vehículos para comenzar otro día.
Por fin llegábamos a nuestro destino, la Universidad de Zhejiang, habíamos entrado por la calle de Xixi que sería mi recorrido diario durante unos pocos meses. Debo decir que el recibimiento no fue nada espectacular, una bola de pendejos enviados por mi país, egresados de las “mejores” escuelas y que ya estaban ahí desde unos meses antes nos recibían con huevos y harina en la cara, no les enseñaron alguna clase de modales, si muchos términos técnicos, eso hacen con las altas colegiaturas que pagan. Después de aquel exabrupto con aquellos primates subía a mi pequeño cuarto de estudiante en el quinto piso de una de las residencias en donde mis vecinos eran coreanos, lo sabría al otro día y nuestra comunicación se llevaría a través del lenguaje universal: las señas. El diminuto departamento se componía de una cama igual de dura que el piso, un escritorio, una pequeña televisión, armario y el cuarto de baño. Para mí era fascinante todo. Tomaba un baño de agua fría y me iba a la cama, agradeciendo a la vida por la oportunidad de estar en esa nación asiática, China era para mí, solamente me faltaba descubrirla y entender el porqué de cada cosa pero tenía muchos días por delante, mientras era hora de dormir.