El Tíbet, también conocido como el techo del mundo, ha fascinado a Occidente durante décadas debido a su singularidad cultural y religiosa, expuestas por su líder espiritual y político, el Dalai Lama. Premio Nobel de la Paz y referente para muchos, el Dalai Lama es todavía para el 90% de tibetanos la máxima autoridad político-religiosa, aunque se encuentre en el exilio por más de cuarenta años. Aún así, como en todo conflicto, hay dos caras de la moneda que deben ser consideradas para formar una opinión propia de lo que realmente sucede en el Tíbet.

En el imaginario colectivo occidental, el Tíbet es aquel país que fue invadido por el ejército rojo de Mao Zedong en 1950 y que desde entonces ha luchado por mantener su identidad y religión bajo el yugo de un gobierno chino ateo y centralista. Sin embargo, para el imaginario colectivo chino, la visión de los hechos es bastante diferente. El Tíbet es para muchos de ellos aquel territorio que siempre formó parte de China y que el Gobierno comunista ayudó a liberar de las garras de un sistema feudal donde el poder se encontraba en manos de la jerarquía religiosa y los terratenientes.  

Uno puede decantarse por una u otra versión de los hechos, pero lo que es innegable es que, después de la guerra sino-tibetana de 1950, el nuevo gobierno chino liderado por Mao acabaría con la estructura de poder existente en el Tibet y sentaría las bases para un control efectivo del territorio desde Pekín.

En este momento, también se tomaría una decisión política relevante: dividir al Tíbet en diferentes provincias, permitiendo así reducir su margen de influencia y acción. La respuesta de un tibetano a mi pregunta sobre a las razones de esta división territorial fue la siguiente:

«Cuando uno dispone de una mano entera con sus cinco dedos, es más poderoso. Pero cuando a esa mano se le cortan los dedos uno a uno, su capacidad de acción se ve limitada considerablemente.»

Y eso es lo que el gobierno chino hizo con el Tíbet: dividir a su territorio en cinco, como los dedos de una mano.

La extensión real del Tíbet y su división política

La parte occidental del Tíbet, incluida su capital Lhasa, se convertiría en lo que hoy es conocido como la Región Autónoma del Tíbet. Cuando uno observa un mapa de China, parece que la superficie del Tíbet acabe con la delimitación territorial de esta región, ya de por sí muy extensa. Sin embargo, la Región Autónoma del Tíbet sólo ocupa la mitad de la extensión real del Tíbet. La otra mitad fue incorporada en cuatro diferentes provincias, que vieron aumentada su superficie al serles anexionadas  parte de lo que anteriormente era territorio tibetano. El norte, el este y el suroeste del Tíbet fueron incluidos en provincias chinas ya existentes, concretamente en las de Qinghai, Sichuan, Yunnan y Gansú. En estas nuevas delimitaciones territoriales, los tibetanos pasarían a ser minoría y se crearía un nuevo ente administrativo dentro de estas provincias nombrado como prefectura tibetana. La repartición fue decidida de la siguiente forma:

Qinghai sería la provincia que recibiría una mayor parte del Tíbet, creándose así las cinco prefecturas tibetanas de Yushu, Hainan, Golog, Huannan y Haibei.

– En el oeste de Sichuan se crearían las dos prefecturas tibetanas de Garze y Ngawa.

– En Gansú y en Yunnan, las provincias que recibían la menor parte del pastel, se crearía una sola prefectura tibetana, la de Gannan y la de Diqing respectivamente.

La extensión real del Tíbet mapa explicativoHasta hoy en día permanece esta división territorial que confunde a muchos sobre la extensión real del Tíbet. Aún así, no todo han sido inconvenientes para la población tibetana, ya que en las prefecturas tibetanas el control gubernamental es menor que en la Región Autónoma del Tibet, siendo así posible ver fotografías del Dalai Lama en muchos de sus templos, algo inimaginable en Lhasa. Además, la identidad tibetana sigue siendo una, tal y como demuestran las protestas del año 2008, que empezaron en Lhasa pero se extendieron por todo el Tíbet.

Tampoco es necesario un visado especial para entrar en las prefecturas tibetanas, ya oficialmente pertenecen a otras provincias. Es una buena opción para aquellos que quieran ahorrarse los trámites y el precio del visado extra necesario para visitar la Región Autónoma del Tíbet.

Conociendo las dos versiones de lo que ocurre en el Tíbet, uno debe viajar a este territorio y explorarlo con sus propios ojos. La tradición y la identidad tibetana, que a tantos ha fascinado en occidente, todavía permanecen casi intactas en el techo del mundo, haciendo de este un lugar donde un servidor constantemente piensa en regresar.

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Mi nombre es Arnau, soy de Barcelona y estoy licenciado en Ciencias Políticas y Administración por la Universidad Pompeu Fabra. He vivido en China durante 5 años, concretamente en las ciudades de Macao y Canton. Durante este tiempo he trabajado en diferentes áreas, principalmente en las de traducción e interpretación, la enseñanza del español y la importación de productos españoles. El aprendizaje del mandarín y el contacto con la comunidad local y expatriada en China me han permitido acercarme a esta cultura milenaria y ser presente de los cambios recientes y los que han venido produciéndose estos años desde la abertura del país al mundo. Mi intención es analizar de una manera más bien subjetiva diferentes aspectos relacionados con la actualidad política, la cultura y la sociedad chinas desde mi humilde punto de vista, basándome principalmente en mis propias experiencias.