La victoria de Donald Trump en las pasadas elecciones presidenciales en los Estados Unidos supusieron una doble sorpresa tanto para los ciudadanos de dicha nación como para la opinión pública mundial.
El resultado electoral representó un duro revés para las aspiraciones de la demócrata Hillary Clinton, quien, a pesar de sus debilidades, todas las encuestas situaban como candidata preferida de los norteamericanos. Unas técnicas de encuestas electorales deficientes, la aparición de un voto oculto en favor del candidato republicano, una campaña electoral republicana mucho más brillante de lo previamente admitido, la desmotivación del electorado más progresista por una candidata mainstream, y unos swing states que decantaron la balanza hacia la opción republicana, explican en buena medida la victoria contra pronóstico de Trump.
El asombro por la victoria de Trump ha sido aún más mayúsculo en las cancillerías de medio planeta. Tras las primeras reacciones cautelosas de los primeros ministros, han empezado a llegar mensajes de preocupación de todo el mundo sobre cuál será la política exterior de la superpotencia americana. Sin embargo, ha sido en Asia donde se ha manifestado un mayor desasosiego ante la posibilidad que Trump termine con la medida estrella de la administración Obama: el pivot to Asia o la promesa de una mayor presencia de los Estados Unidos en el continente asiático. ¿Será capaz Trump de destruir o, tan siquiera, transformar la estrategia norteamericana ante los desafíos que se plantean en la región más dinámica, y que alberga mayores oportunidades y desafíos del planeta?
La primera constatación con la que se encuentran la mayor parte de los analistas es que Donald Trump no ha desvelado su política de aproximación hacia la región de Asia, más allá de apuntar, durante campaña, su deseo de dar por finalizado el proyecto del Transpacific Partnership (TPP) o su llamada para que los países asiáticos inviertan más en seguridad y dependan menos de la ayuda estadounidense. Otros analistas van más allá y afirman que Donald Trump no tiene definida ninguna política hacia Asia y se basa en algunas promesas electorales que le sirvieron para ganar votantes -como la que indicaba que impondría aranceles a los productos chinos-, pero que son prácticamente imposibles de implementar.
Ralph Cossa, presidente del Fórum del Pacífico del Centro de Estudios Internacionales y de Seguridad del Pacifico de Honolulu no podía ser más claro cuando indicaba hace tan solo unos días: “como la mayor parte de los especialistas norteamericanos en Asia, no tengo la menor idea sobre cuáles serán los principios básicos de la política asiática de la futura administración Trump”.
Para Joseph Nye, uno de los teóricos más prestigiosos de las Relaciones Internacionales, asumiendo que Trump tenga una política para Asia, en los primeros meses de su mandato deberá ajustar su retórica de campaña con una realidad que le obliga a reafirmar o rechazar sus alianzas en la zona. Además, de él dependerá, según Nye, que Estados Unidos sean los valedores del orden liberal creado desde el final Segunda Guerra Mundial.
4 claves para analizar la política futura de Donald Trump en Asia
Aunque no existe demasiada información en el programa electoral sobre Asia, y no disponemos de elementos para valorar las intenciones reales de Trump, ¿qué estrategia se vislumbra en Asia para los siguientes 4 años? Para responder a este interrogante deberemos centrarnos en el aspecto de seguridad, el económico y el normativo.
Política de retirada
Por lo que se refiere a la primera cuestión, la exhortación en campaña electoral de Trump a los diferentes aliados norteamericanos en Asia para que disminuyesen su dependencia militar de Estados Unidos causó un auténtico estruendo en buena parte de las capitales asiáticas, especialmente en Tokio. El primer ministro de Japón, Abe Shinzo, fue el primer dirigente asiático en visitar a Donald Trump en Nueva York, e interrogar al futuro inquilino de la casa blanca sobre sus intenciones reales. A pesar del revuelo que dichas palabras causaron en Asia Oriental, no es la primera vez que Estados Unidos realiza proclamadas de este tipo. Un Richard Nixon exhausto por una guerra de Vietnam que estaba causando una auténtica sangría para los Estados Unidos ya pidió en 1969 a sus aliados asiáticos que se hiciesen cargo de su propia seguridad. El mensaje, casi 50 años más tarde de la conocida Doctrina Nixon, indica un nuevo repliegue de Estados Unidos de Asia que no debe entenderse como un retirada de la zona. Los asesores de Trump son harto conscientes que dicha posible retirada y el consecuente vacío de poder, sería aprovechada por una China en ascenso que desea jugar el papel de líder regional y global. La política de retirada sería no solamente una auténtico desastre para la estabilidad de los aliados americanos en la zona, sino para la propia política exterior de los Estados Unidos, quienes tienen en Asia sus mayores desafíos en temas de seguridad.
Ruptura económica
En segundo lugar, la relación económica de Washington con Asia, la zona no sólo de mayor dinamismo del planeta, sino el destino más importante de las exportaciones estadounidenses, deberá afrontar el reto de la llegada de un declarado proteccionista como Donald Trump. Durante su campaña electoral Trump identificó de manera velada dos bestias negras para la economía de Estados Unidos: el TPP y la economía China. Por lo que se refiere al TPP, pocos temas han generado tantos consensos entre los especialistas de las Relaciones Internacionales como el fracaso del acuerdo de libre comercio transregional que debían aprobar 12 países de la zona, entre los que se encontraban los Estados Unidos y Japón. El semanario The Economist, abanderado del liberalismo y el librecambismo, afirmaba hace tan solo unos días que la victoria de Trump había matado al TPP y por ende, había herido de gravedad al proceso de liberalización del comercio iniciado tras la Segunda Guerra Mundial.
Proteccionismo frente a China
Sin embargo, la realidad se antoja mucho más compleja. Donald Trump deberá mediar entre unas promesas a un electorado que identifica a la globalización y al libre comercio como el culpable del declive industrial de los Estados Unidos -especialmente en la zona de los Grandes Lagos- y una economía americana que depende de sus exportaciones a Asia. La afirmación que impondría un arancel del 45% a determinados productos para frenar la llegada masiva de importaciones chinas, no solamente resultaría mortal para el comercio entre Estados Unidos y Asia, sino que pondría en peligro la deuda de los Estados Unidos, en su gran mayoría en manos de chinos, japoneses y taiwaneses. Pero además, un arancel del 45% para los productos chinos supondría un encarecimiento de los productos americanos como Apple, cuya cadena de producción está en parte deslocalizada en China.
La cuestión hegemónica
Por último, el proyecto estrella asiático de la administración Obama, el TPP, no solamente giraba alrededor de un acuerdo de libre comercio, sino que dicha iniciativa pivotaba alrededor de la cuestión sobre quién debe dictaminar las reglas del juego del siglo XXI. Tras la creación del sistema de Naciones Unidas (1945), los Estados Unidos han escrito las pautas y normas del comercio y la economía internacional. El sistema de Bretton Woods -Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y el G.A.T.T (General Agreement on Trade and Tariffs)- aseguraba la supremacía de los Estados Unidos en el orden liberal y capitalista, con unas normas que eran claramente favorables a Washington y a sus aliados. Sin embargo, con la rápida transformación de China en su carrera para convertirse en una superpotencia económica de estilo capitalista, y la irrupción de potencias como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que proponen un nuevo Banco y Sistema Financiero mundial alternativo al americano, la supremacía de Estados Unidos está más que nunca en entredicho.
De momento, Donald Trump no ha asegurado como va a mantener su hegemonía en el papel de Estados Unidos como un actor que dictamina las normas y pautas del sistema internacional, pero todo parece señalar que si lo quiere conseguir deberá tomarse en serio a Asia.