Durante las últimas semanas las multitudinarias concentraciones en Hong Kong han marcado la agenda mediática internacional. «La revolución de los paraguas» o «la primavera asiática», son algunos de los grandes titulares que nos han dejado durante el desarrollado de las concentraciones los grandes medios de comunicación. Es una premisa casi pueril el que todos estamos a favor de los manifestantes y en contra de la represión que el Gobierno chino ejerció, sobre todo, durante los primeros días, con el uso del gas pimienta y la relativa laxitud hacia ciertas agresiones que sufrieron los manifestantes que, bueno es señalarlo, mantuvieron en todo momento una actitud pacífica.
Presenciamos con optimismo exacerbado y casi ilusorio el órdago que han planteado los jóvenes manifestantes ante el Gobierno chino y el Ejecutivo de Leung Chun-ying. Pero, a la hora de comprender el porqué de todo ésto, parece que se nos escapa. Siempre ha sido tarea de los medios de comunicación el contar aquello que está pasando, pero un toque de memoria histórica nunca está de más, el saber de dónde venimos parece ser una asignatura pendiente o directamente olvidada. Queda mejor un titular en el que el presidente estadounidense Barack Obama o el primer ministro británico David Cameron, muestran su preocupación por los sucedido y, acto seguido, el Gobierno chino pronuncia su habitual coletilla «ésto son asuntos internos, no queremos la injerencia de otros países en nuestros asuntos de política interna», tras lo cual, parecen diluirse las declaraciones de intenciones en espera del desenlace.
Intentemos pues hacer un breve ejercicio de memoria histórica, abordando algunas cuestiones que pueden ser de utilidad a la hora de comprender un poco mejor las causas que han provocado el desarrollo de las manifestaciones y la postura del Gobierno chino.
El proceso democratizador de Hong Kong tras la soberanía de China
Como observamos, el Hong Kong de los años previos a 1997 presenciaba con un relativo entusiasmo las promesas que el Ejecutivo británico de Chris Patten prentendía desarrollar. A sabiendas o de manera estratégica y oportunista, planteó una serie de reformas electorales sin el consenso con el Gobierno chino, lo que provocó un retroceso aún mayor. No obstante, la semilla del sufragio universal acabó convirtiéndose en un principio fundamental en todos los grupos pro-democracia y en un debate constante en la conformación del Consejo Legislativo y la elección del jefe ejecutivo
Sin embargo, el Gobierno chino ejerció su soberanía desde el primer momento, diseñando una Constitución de mínimos y reiteradamente interpretada a su conveniencia. Creó un sistema político y electoral a su medida, con una imposible mayoría demócrata, que quedaba relegada a un papel secundario como actor consultivo a la hora de evitar los vetos en futuras reformas. No obstante, han habido avances, pero siempre a ojos externos insuficientes si se plantea seriamente una auténtica democracia en Hong Kong.
También es necesario observar como el Gobierno chino plantea una estrategia a largo plazo, de goteo, ofreciendo pequeños avances tras años de negociaciones, lo que produce un considerable desgaste político en las filas demócratas, siendo uno de los casos más representativos, el Partido Demócrata, sobre todo, tras el acuerdo de 2010.
La ruptura de los pro-demócratas supuso una profunda crisis política, pero avivó otras formas de protesta y oposición. Ya se habían podido apreciar simbólicas manifestaciones en Hong Kong a favor de las protestas estudiantiles en Tian’anmen durante 1989, y reiteradas hasta la actualidad. A nivel interno, el intento de reforma del artículo 23 en 2003, el Proyecto Link en 2005, los casos de corrupción política y la entrada en la escena política del debate sobre el referéndum, fueron demostrando con el tiempo, la aparición de una importante oposición civil que, canalizada o no políticamente, respondía ante las constantes negativas del Gobierno chino y sus constantes aplazamientos sobre una reforma que encaminara hacia el sufragio universal.
Tras la elección de Leung Chun-ying como jefe ejecutivo el 1 de julio de 2012, volvieron a elevarse las críticas por el claro perfil pro-Beijing de éste. Además, desde el principio su legislatura estuvo marcada por numerosas polémicas y un descenso continuo de su popularidad. Por otro lado, los debates entorno al sufragio universal continuaron desarrollándose, el Gobierno chino reiteraba su negativa a las demandas pro-demócratas, y numerosos grupos al margen de la política oficial comenzaban a organizarse entorno a la idea común de una reforma democrática definitiva.
El hastío político y el auge de los movimientos sociales en Hong Kong
Ante la falta de soluciones a nivel político, ya que el grueso de partidos pro-democracia ocupa un tercio del Consejo Legislativo, y la actitud ambivalente del Gobierno chino, numerosas organizaciones comienzan a movilizarse desde 2013 para fomentar un debate público entorno a la elección por sufragio universal del jefe del Ejecutivo para 2017, y una profunda reforma del Consejo Legislativo que, para 2020, dé como resultado unas elecciones totalmente abiertas y democráticas.
Las demandas por un definitivo sufragio universal del sistema político hongkonés fueron construyéndose durante décadas a través del sistema político, pero para 2013 grupos como «Ocuppy Central«, «Scholarism«, «Hong Kong 2020» y numerosas asociaciones estudiantiles ya habían demostrado la inoperancia de la política como mecanismo de cambio, si bien la «Alianza por la Democracia Real» supo sumar al discurso de la reforma a los 27 miembros pro-demócratas del Consejo Legislativo. A pesar del ascenso y la configuración de un discurso relativamente unitario, las señales que trasmitía el Gobierno chino mediante las declaraciones de sus miembros no presagiaban grandes cambio a la vista.
Ya sea por los éxitos cosechados por los distintos movimientos, como el referéndum electrónico de «Ocuppy Central» que concitó a casi un millón de personas, o la unión política de los pro-demócratas, el Gobierno chino acepto una ronda de conversaciones para enfrentar la reforma electiva. Sin embargo, tras unas conversaciones infructuosas y la definitiva propuesta de reforma a través de la Asamblea Popular Nacional, las aspiraciones por una democracia plena parecían nuevamente estar lejos de la hoja de ruta de Pekín.
En el mismo momento que la Asamblea Popular Nacional dictaminó los condicionantes que marcarían la elección del nuevo jefe ejecutivo para 2016 la indignación creció. Los partidarios demócratas en bloque salieron a la palestra para advertir que la reforma no saldría adelante y que la vetarían inmediatamente, pero el clima de descontento y las advertencias de los numerosos movimientos sociales en favor de una reforma plena terminaron por cristalizar en una multitudinaria manifestación. Los movimientos “Occupy Central”, la Federación de Estudiantes de Hong Kong y «Sholarism» plantearon un boicot en Hong Kong y la organización de eventos públicos y de desobediencia civil contra la decisión del Gobierno chino.
Manifestaciones masivas en Hong Kong
Las consecuencias de la decisión de Pekín la hemos podido presenciar durante las últimas semanas, y aún hoy, resisten unos cuantos miles de ciudadanos en las calles de Hong Kong, en lo que todos los medios de comunicación han coincidido en calificar como el fin de las protestas.
Terminen o no las manifestaciones definitivamente de aquí a unos días, la crisis del Gobierno hongkonés parece evidente. Haya o no dimisiones políticas y se inicie o no una ronda seria de conversaciones entre los manifestantes y el Gobierno chino, los antecedentes parecen demostrarnos que Pekín siempre sabe jugar con los tiempos, prometer reformas insuficientes y, posteriormente, hacer la mitad de lo acordado, un juego de frustración y desgaste político constante. Hasta la fecha esta estrategia le ha funcionado a la perfección en el plano político, pero es difícilmente calculable en el plano de lo social, con una población hongkonesa cada vez más concienciada y organizada.