Para escapar de su miserable suerte el pueblo tiene tres caminos: dos imaginarios y uno real. Los dos primeros son la taberna y la religión. El tercero es la revolución social. Mijail Bakunin.
El golpe seco del tren de aterrizaje en la pista me despertaba, me encontraba en Beijing, la capital imperial, ciudad reinventada en sus guerras, invasiones y destrucciones. Lo primero con lo que tiene uno que lidiar es el clima, sus 42 grados centígrados es un sofoco y la humedad del casi 70% te hace desear llevar un aire acondicionado portátil. Lo he dicho, Beijing es hermosa, pero me causa angustia, es inmensa, y nunca fui muy bueno para moverme en aquella megalópolis.
Caminaba en 北京首都国际机场 (Běijīng Shǒudū Guójì Jīchǎng) el corazón de China en donde cientos de miles de personas oxigenan al Imperio del Centro. Avancé en aquel armatoste de acero y cristal hasta encontrarme de frente con unas esferas sujetadas por cuatro enormes dragones, para ese momento sólo me pareció bonita así que me hice una foto ahí. Toda China es sorprendente y cada cosa en el mundo tiene un porqué y una historia. Aquella esfera se la conoce como “esfera armilar” y representa la ciencia y el arte desarrollados en la antigua China.
Mateo Ricci y los jesuitas en China
China es lo que es hoy gracias a sus tragedias y a sus grandes líderes, pero también debe mucho de su riqueza cultural a hombres venidos de otras tierras. Marco Polo fue uno de los más famosos, pero también hay otros hombres que son poco nombrados, tal vez por su condición religiosa pero que vale la pena nombrar: Mateo Ricci. Los chinos siempre buscaron explorar el mundo, casi un siglo antes de que Colón llegara a América, Zhu Di ya había envido a grandes exploradores como Zheng He que ya habían hecho la proeza de descubrir el continente americano. La historia es maniquea e injusta, se debiera celebrar a este hombre como el descubridor del continente, pero lo que me lleva a este artículo son las aportaciones de hombres que iniciaron sus propios viajes y terminaron dejando su invaluable vida ahí.
Mateo Ricci dejo Italia en 1578, quería viajar a China llevando como misión convertir a los chinos al catolicismo. Para ese momento gobernaba la Dinastía Ming. La dinastía había cerrado las puertas a los extranjeros, por lo que la tarea de Ricci no iba a ser fácil. Para entonces en China se podían leer carteles que expresaban “no se permite la entrada de extranjeros con ojos grandes y barbados”. Aquí viene a cuenta la diplomacia. Para ese momento los grandes imperios como el Vaticano imponían su dogma a base de espada y sangre, Mateo Ricci era un jesuita y durante un año vivió en la colonia portuguesa de Macao (llego ahí en 1582) antes de poder entrar a China continental. Y, para hacerlo, tuvo que comportarse, vivir y parecer chino.
Algo que siempre me pareció curioso y que ahora se está perdiendo en China es que cuando llegabas a este país a los locales les dábamos curiosidad, nos rodeaban, nos trataban de ayudar y a veces lo lograban, se hacían fotos con nosotros (no me imagino en la sala de uno de ellos). Era divertido, supongo que éramos fenómenos gordos a su vista, ahora con tanto extranjero ya no te hacen el caso que antes, perdimos protagonismo, y para esos tiempos me imagino a los curiosos queriendo saber de donde era Ricci.
Cuenta la historia que Ricci veía como los chinos eran un tanto soberbios, para ellos sólo existía China, tanto que se hacían nombrar “El Imperio del Centro” y no los culpo porque en sus cartografías si lo están, eso no afecta a nadie. Pero empezaron a aparecer mapas por primera vez con trazos de Europa hasta que uno llego a las manos del emperador.
Los jesuitas como congregación de la iglesia romana aceptaban y toleraban que los chinos rezaran o practicaran sus ritos hacia otras deidades como el filósofo Confucio, que no eran ceremonias religiosas sino actos civiles, pero Roma con su cerrazón y monoteísmo no veía con buenos ojos dichos rituales porque su expansionismo se debió siempre a la imposición de dogmas y adoración a un único dios, mientras que los chinos practicaban sus preceptos aún se inclinaran ante esta figura. Pero para Europa eso sí era superstición e idolatría, lo cual ellos no lo iban a permitir.
A Ricci le costó 16 años llegar a Beijing y, alrededor de otros tres años, caminar por la Ciudad Prohibida. Fue el primer occidental que lo hizo, sin embargo, como el mismo dijo, nunca vio como era este palacio porque según él, estaba muy nervioso, y el colmo es que no lo recibió el emperador, es más, jamás lo conoció, algo que fue frustrante para él pero sentó las bases para que otros trabajaran al servicio de la ciencia y el imperio.
Ricci fue un gran diplomático, un hombre muy inteligente que supo sumergirse en la filosofía del confucianismo, lo que le abrió la puerta de muchos círculos sociales “selectos”, además, podía entender y recitar cientos de caracteres chinos, habilidad que asombró a más de uno. Y, junto con Xu Guanggi, tradujo los trabajos de geometría de Euclides al chino, hoy a este hombre se le conoce como el “padre de la ciencia en China”, y tradujeron al latín a Confucio. Ricci y dio ese nombre occidental a este sabio y filósofo porque en China es nombrado como Kung Fu Tze, como dato curioso Mateo Ricci siempre firmo como Li Madou.
Ricci logró lo que muchos solamente habían soñado, convencer al emperador Kang Xi en 1692 de promulgar un edicto de tolerancia al cristianismo para que este pudiera ser predicado en toda China, pero Ricci había muerto en 1610. Fue su legado lo que abrió las puertas a otros hombres como él y a este efímero edicto, porque de 1610 a 1692 China tuvo muchas persecuciones contra los jesuitas por intrigas, no obstante se asombraron de ellos y los reconocieron ampliamente, sobretodo, en la astronomía. Pero como siempre algunas alas de la iglesia fueron muy cerradas. Los franciscanos y dominicos predicaban a la mejor usanza de la iglesia, con crucifijo en mano queriendo eliminar todo rastro de otras filosofías y otras culturas, querían que China se comportara como Europa, cerrada y bárbara. Acusaron a los jesuitas de promover el paganismo y no les importó no respetar más las tradiciones y valores de los chinos. La Santa Sede a veces apoyó a los jesuitas y otras veces los infraccionó, pero a principios del siglo XVIII contribuyó a la casi desaparición de esa religión en China.
Mateo Ricci fue un hombre muy adelantado a su época, como todos los jesuitas lo han sido siempre, porque se basan en el estudio de las ciencias progresistas de los hombres, pero para el Vaticano, gobernado casi siempre bajo prejuicios y con su afán de expansionismo aplastante, envió a China una misiva acompañada de franciscanos y dominicos para ordenar al emperador obediencia ciega a un solo dios y a un solo hombre: el Papa. La respuesta no se hizo esperar. Se prohibió al cristianismo extenderse y prácticamente se les desterró. La misión cristiana tuvo consecuencias funestas.
La vida de Ricci me parece envidiable, fue un gran diplomático y filósofo, en Beijing el emperador le permitió vivir en residencias donde solo vivían los funcionarios reales, ningún extranjero; tenía sueldo de la corte y trabajó en pos de una sociedad avanzada. A él le siguieron muchos valiosos hombres más que soportaron en 1664 la caída de la Dinastía Ming para ver llegar a los Manchúes que fundaron la Dinastía Qing, gobernada por un niño: Shunzhi. Este hombre buscó siempre la compañía de los jesuitas como Von Bell, que fue otro gran astrónomo y que por sus conocimientos ayudó en mucho a una eficiente agricultura en China. Los jesuitas siempre estuvieron ahí y hoy veo con agrado que un hombre como Francisco, jesuita, esté al frente de una institución que puede promover esos intercambios de conocimiento y paz en vez de guerras.
Esa esfera armilar es hermosa y me recordó un poco de religión. Hoy cuando leo a algunos y preguntan ¿que si es peligroso ir a la iglesia en China? me parece absurdo. Yo cada sábado en Shanghái iba a misa a la catedral y jamás sufrí acoso o algo parecido, y los chinos lo hacían de la misma manera. Hoy unos vociferan porque en China los sacerdotes son ordenados por el gobierno y no el Vaticano, como no, con toda la estupidez de querer imponer un dios y un líder a la fuerza como lo hicieran en su momento los franciscanos y dominicos. Era lógico que se ganaran ser corridos de ahí, se llama falta de respeto. Creo que Dios está en todas partes, no es necesario ir a un edificio, escuche alguna vez una definición de Dios que me encanto “el eterno resplandor del bien”. Que los sacerdotes no estén ordenados por el Vaticano no es culpa de China ni de su gobierno, es culpa del Vaticano por su injerencia. Me preguntaron alguna vez sobre estas dos potencias y contesté que si se quería un mundo mejor yo apostaba a que pronto íbamos a ver a Francisco y a Xi Jinping sentados juntos, el mundo lo necesita. Muchas veces pregunté a varios chinos por curiosidad sobre dios y empezaba así;
-¿cuando tienes problemas en quién te refugias, en quién te encomiendas?
Después de verme por largo rato y descifrar la pregunta respondían –en mi mamá o papá;
Y yo seguía –sí, ¿pero si estás en problemas, en un dilema, quién podría ayudarte, quién sería más grande que tus papás?- y la intención de omitir la palabra “rezar” era para saber sus contestaciones, y me respondían –en mi gobierno- después de rato ya les manejaba aquella palabra (rezar) y ellos contestaban que si les preguntaba de dios, a lo que yo afirmaba. Su contestación era increíble y siempre me gustó –creemos en un dios, en un ente superior, pero para obtener algo se hace a través de trabajo y esfuerzo no de rezos. Vaya que por algo los chinos son lo que son, unas culturas trabajan y otras sólo rezan.
Mateo Ricci demostró a diferencia de la “Globalización Victoriana” impuesta por Inglaterra a cañonazos en las tristemente célebres “Guerras del Opio” como dos culturas tan diferentes podían convivir y trabajar juntos en pos de la ciencia, la humanidad y el progreso. Algún día esas dos naciones tendrán que ser flexibles, diplomáticas y lograrán acercarse para acabar con una hegemonía de guerras y terrorismo.
Ya les platicaré de Beijing sólo que ahora quería platicarles de los jesuitas, algo de religión al acordarme de esa esfera de astronomía…