La reciente declaración del Grupo de los Siete (G7) países más industrializados del mundo, sobre la problemática en los mares del este y sur de China, puede demostrar que los vaivenes en el poder internacional están topándose con equilibrios de poder cada vez más rígidos. Estos actuales equilibrios de poder se podrían caracterizar por un “balance de bloques” (bloc balancing), en los que, ante el surgimiento de un actor con cada vez mayor poder internacional, se conforman bloques de actores para hacer un equilibrio frente a un actor o a otro bloque. Tal es el caso es el G7 vis-à-vis China.
Sobre la renuencia a que China sea un Estado completo
Tal como mencioné en una contribución anterior, el gobierno chino tiene una particular percepción de soberanía nacional que resulta problemática para la dinámica institucional internacional en tanto considera que mientras no se le reconozca su soberanía sobre las islas Senkaku/Diaoyu, las islas del Mar del Sur de China, y sobre Taiwán, el gobierno en Beijing no se podrá considerar un Estado completo. Sin embargo, lo anterior se superpone con situaciones territoriales atípicas (Taiwán) y que tienen un alcance internacional.
Las reclamaciones de China, sobre todo en el Mar del Sur de China, han tenido ecos globales que incluso han llegado al tribunal de La Haya. No solo lo anterior, sino también que han surgido nuevos problemas con los vecinos regionales como el arresto de ocho pescadores chinos por parte del gobierno de Indonesia debido a que estaban “pescando de manera ilegal” en sus aguas territoriales.
Las tensiones podrían aumentar dado que el ejército chino ha admitido públicamente que un avión aterrizó en una de las islas en disputa con Vietnam (Fiery Cross Reef); isla que China ha construido artificialmente.
Los mares del este y sur de China tienen una importancia económica, histórica y estratégica. Por el mar del sur de China pasan, anualmente, cerca de 5 trillones de dólares en comercio, además de que se estima la existencia de once mil millones de barriles de petróleo y 190 trillones de metros cúbicos de gas natural; es la antesala de los viajes comerciales con dirección al Estrecho de Malaca y a los puertos chinos, taiwaneses, surcoreanos y japoneses. Por su parte, el mar del este de China se relaciona con las reclamaciones y memoria histórica del paso militarista japonés por Asia oriental.
Cruce de declaraciones entorno a los mares del este y sur de China
Ante las escaladas de tensiones regionales, y con motivo de la reunión del G7 en Hiroshima, Japón, el pasado 11 de abril del presente año, esta agrupación de países se pronunció en contra de la escalada de tensiones regionales, llamando a la solución pacífica de controversias con base en el derecho internacional, la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, y el Código de Conducta del Mar del Sur de China.
Ante lo anterior, China ha protestado contra este pronunciamiento por evidenciar que los países del G7 “han tomado partido”. En palabras del portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Lu Kang, “dada la poca recuperación económica global, el G7 debería enfocarse en la gobernanza económica y la cooperación, en lugar de acelerar las tensiones en la región”.
Si bien los países del G7 no mencionan a China en el comunicado, las autoridades de Beijing se sintieron aludidas dada la importancia que representan los mares del este y sur de China. Sin duda, el gobierno chino percibe una amenaza a su soberanía y, sobre todo, presión a sus intenciones de reclamar lo que a su pensamiento les corresponde. ¿Cómo interpretar esta acción de potencias tradicionales que afecta a una potencia emergente? De acuerdo con Wang y Liu, escritores de Xinhua, “el comunicado es un intento contundente de interferir en una situación en la que no es de su directo interés (del G7), exponiendo la transición del bloque de observador a ‘entrometido revoltoso’.”
Fuera de la sentida retórica, lo cierto es que se observa una situación en la que un bloque de actores ha acordado un posicionamiento común frente a una situación geopolítica que, tradicionalmente, está fuera de su margen de maniobra. China percibe una amenaza a su soberanía fragmentada. Regionalmente se observa un equilibrio de poder en la que un grupo de actores realiza un “balance de bloque” frente a China. La situación se pone cada vez más tensa, por lo que habrá que estar atentos a los siguientes movimientos, algunos de los cuáles podrían desencadenar choques violentos entre China y, ahora, el G7 como nuevo actor en el conflicto.
El reciente consenso alcanzado entre China y algunos países miembros de la ANSEA –Brunei, Camboya, Laos– es indicativo de que Beijing busca apoyo en su agenda para tratar este tema de naturaleza geopolítica.