Conocido es el conservadurismo político de un país como Japón. Las elecciones a primer ministro acostumbran a ser muy previsibles, como demuestra el hecho de que este cargo ha estado ocupado por representantes del Partido Liberal Democrático (PLD) desde que este fue fundado en 1955.
Las pocas excepciones que existen suman apenas 4 años. Las raíces de muchos de los dirigentes del PLD se alargan hasta las élites políticas y económicas que dirigieron el Japón de los años 1930 y 1940 con funestas consecuencias para el país y todo el Pacífico. El resto de partidos ha jugado un papel de eterna oposición, aunque recientemente, entre 2009 y 2012, el Partido Democrático asumió el gobierno del país. No obstante, el PLD sigue siendo el rival a batir y domina el discurso político del archipiélago con mano de hierro.
A pesar de la decreciente popularidad del Abenomics, la política económica del actual primer ministro Shinzō Abe, dirigida a reactivar la economía con medidas hasta ahora poco eficaces, las recientes elecciones de representantes de la cámara alta celebradas en julio concedieron una nueva aplastante victoria del PLD que preside el propio Abe.
La llegada de Murata Renhō a la presidencia del opositor Partido Democrático representa una bocanada de aire fresco en el escenario político nipón. En primer lugar, por el hecho de ser una mujer. Actualmente, en Asia Oriental la presencia de mujeres en los lugares más significativos de los distintos gobiernos es más que destacada, después de que Park Geun-hye asumiera la presidencia de la República de Corea en 2013 y más recientemente Tsai Ing-wen consiguiera convertirse en la primera presidenta de la República de China (Taiwán).
En Japón, el gobierno de Abe ha impulsado un cierto «womenomics» que ha promovido la llegada de mujeres a cargos de importancia. Entre ellos, destaca por encima de todo los nombramientos de Inada Tomomi como actual Ministra de Defensa y de Koike Yuriko –quien años atrás había encabezado fugazmente ese mismo ministerio– como gobernadora de Tokio. Pero el hecho de que el principal partido de la oposición esté ahora encabezado por una mujer como Renhō, que debería optar a la presidencia en las próximas elecciones, representa un paso aún más significativo en el necesario ascenso de las mujeres en el escalafón político nipón.
En segundo lugar, lo que probablemente sorprende más de Renhō es su pasado. No por el hecho de que hubiese trabajado como modelo de ropa de baño en los años 90 o posteriormente como reportera en diversos canales de televisión, sino por su origen. Renhō posee la nacionalidad japonesa solamente desde 1985, a pesar de haber nacido en Tokio en 1967. El motivo es que es una hāfu, palabra de origen inglés (half) empleada para designar a los hijos cuyo padre o madre no es japonés. En su caso, es hija de padre taiwanés y madre japonesa.
Hasta 1985 la ley nipona permitía que los hāfu gozasen de la nacionalidad japonesa solo cuando el padre era japonés. Por ello, Renhō tuvo que esperar hasta 1985, cuando la ley se amplió a ambos progenitores, para adquirir la ciudadanía de su país natal. De hecho, su nombre de nacimiento es Hsie Lien-fang (謝蓮舫), aunque al adquirir legalmente la nacionalidad japonesa renunció a su apellido chino. Por este motivo, prefiere ser conocida únicamente por su nombre de pila, Renhō 蓮舫.
Renhō mantiene vínculos familiares con Taiwán, estudió en la Universidad de Pekín durante dos cursos y habla un mandarín aceptable. En el pasado había mostrado sus simpatías por el Partido Progresista Democrático de Taiwán, de carácter independentista, aunque ello no significa que con su actual cargo y la relevancia pública que ha asumido mantenga necesariamente este posicionamento. Curiosamente, el partido que ahora encabeza, el Partido Democrático de Japón (Minshintō 民進党) tiene exactamente el mismo nombre que el partido soberanista de Tsai Ing-wen que actualmente controla el gobierno taiwanés (Minchintang 民進党).
Se nos antoja difícil que Renhō llegue a gobernar. El PLD sigue siendo un rival muy poderoso y controla con mucha ventaja el tempo político nipón. Y aunque las próximas elecciones, previstas para 2018, quedan todavía lejos, Renhō ya ha recibido ataques que ponen en duda su lealtad como ciudadana japonesa y la acusan de mantener todavía la nacionalidad taiwanesa.
Los hāfu son en Japón siempre hāfu, como dejaron claro las críticas públicas vertidas sobre las últimas participantes japonesas en los certámenes de Miss Universo. A pesar de que en el caso de Renhō nada de su apariencia delata el origen no japonés de uno de sus progenitores, no está exenta de la misma crítica ultranacionalista que en Japón se puede airear públicamente sin muchos ambages.
Lo que es innegable es que una Primer Ministra como Renhō podría representar un cambio destacado en las relaciones entre los países de Asia Oriental. Aunque lo más probable es que en Zhongnanhai los ideólogos del Partido Comunista chino no se sintieran especialmente felices con el cambio. La estrategia de legitimación de los líderes chinos es sin duda más sólida con un rival como Shinzō Abe, cuyo abuelo fue juzgado como criminal de guerra, que con una Primer Ministra que ha vivido en Pekín y es capaz de expresarse en el mismo idioma que ellos.